Publicada en la Revista
no. 59 el 01 de junio 2001
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Ari Telch tuvo su primer contacto con la actuación
en la secundaria, ahí descubrió su vocación por los escenarios,
acontecimiento que considera un regalo ("porque es importante encontrar
la vocación a una edad temprana"). Desde entonces su vida profesional
se nutre, y muy bien, de los aplausos del público por los éxitos
obtenidos en escena.
Es un actor conocido y reconocido, que desde el principio se ha preocupado por
decidir qué personaje representar y a cuál decir que no, lo que
significa una garantía para los espectadores. En la conversación
Ari Telch revela que ha rechazado muchos papeles, "más de los que
te imaginas".
Sabe que es necesario que obras de teatro, telenovelas y películas realicen
buenas campañas publicitarias, pero está convencido que vale más
la recomendación de boca en boca, "la mejor campaña es la
que hace directamente el público".
José Antonio Fernández: Me comentas que
fue en la secundaria en donde te acercaste por primera vez al teatro.
Ari Telch:En secundaria me dieron un ultimátum:
si repruebas hebreo no pasa a la preparatoria. Justo en esos días llegó
a la escuela Issac Zimmerman a montar la obra de teatro El violinista en el
Tejado, que sería representada por los de tercero como parte de la fiesta
de graduación. Yo fui casi a fuerza a la audición en donde seleccionaría
a los actores, y me quedé con el papel del protagonista. Me aprendí
el texto en hebreo con cierta facilidad y me di cuenta que tenía aptitudes
que en mis compañeros no vi. A partir de ahí me enamoré
de la actuación.
Uno de mis hermanos, que se dedicó durante mucho tiempo al teatro, me
llevó con Abraham Osceransky cuando yo apenas tenía 16 años.
Mis compañeros me doblaban la edad, yo era como la mascota. Pero empecé
a disfrutar el teatro, a depender de él, a tomarlo como psicodrama, fuga
y terapia, y a gozarlo y disfrutarlo mucho. Desde ese momento supe que ya no
podría bajarme del escenario.
Y aunque sabía que ser actor era mi camino, estudié odontología
porque tenía miedo de esta vocación. Me decía: "a
lo mejor esto no va a cubrir mis expectativas y no voy a poder vivir bien".
Y como tengo ejemplos de hermanos mayores muy exitosos (un fisiólogo-psicólogo,
otro oftálmologo y otro más ortodoncista), por si las dudas decidí
pagarme mi carrera de dentista trabajando como actor.
J.A.F.: ¿En dónde empiezas a ganar dinero
como actor?
A.T.: Trabajé en televisión educativa,
en Imevisión y di clases en la misma escuela donde había estudiado.
Cuando terminé la carrera de odontología fue cuando decidí
dedicarme a la actuación, que es lo que más me gusta y en lo que
afortunadamente hasta hoy me ha ido bien.
J.A.F.: ¿Has tapado alguna muela alguna vez?
A.T.:Nunca, pero visito a mis amigos dentistas.
J.A.F.: ¿Qué te gusta de ser actor, qué
es lo que disfrutas de este oficio?
A.T.:Cuando te paras en el escenario te das
cuenta que estás encerrado en un microcosmos en el que como actor tienes
el dominio y el poder, y el poder es algo muy difícil de desdeñar.
Cuando tienes ese poder de guardar un momento de silencio y después provocar
una risa, o de cantar y recibir un aplauso, eso para mí como ser humano
(y para mi ego y vanidad) es algo muy importante.
Cuando vi que durante una hora y media que duró la puesta en escena de
El violinita en el tejado, tuve el dominio de 1700 padres de familia que estaban
sentados frente a nosotros, me di cuenta que necesitaba comunicarme y el público
me decía, con sus risas, silencios y aplausos, que esa comunicación
se estaba dando. Estos son los sentimientos y emociones que me han vuelto adicto
al teatro.
J.A.F.: ¿Qué hiciste en televisión
educativa?
A.T.:Una persona me recomendó y entré
como actor en los programas en los que se daban clases de inglés. Cuando
terminaba la grabación me iba a la cafetería. Ahí nunca
faltaba el productor que me pedía que hiciera actuaciones para otros
programas y yo siempre decía que sí. Interpreté muchísimos
personajes y ganaba muy buenos cheques.
En televisión educativa aprendí lo que es la televisión
delante y detrás de cámaras, porque me hice amigo de los productores
y asistía a las sesiones de edición, subía a la cabina,
iba con el musicalizador...
J.A.F.: ¿Tu familia te apoyó?
A.T.:A mi familia ya no le importó mucho.
A los 16 años un día mi mamá me corrió de la casa,
le dije que si me volvía a correr me iría, y como de nuevo me
corrió decidí partir. Tenía 17 años. Me fui a vivir
con un tío que se acababa de divorciar. Trabajé en muchos lugares
(como en pollos Río, donde lavé platos...) Yo fui muy rebelde
y me mantuve económicamente para no tener que llegar a la hora que me
marcaran. Me fui a un kibbut durante 9 meses, después estuve 5 meses
en Europa con 400 dlls., cuando regresé pedí asilo y viví
con un hermano recién casado, después con un tío, luego
con mi abuela, otra tía también me abrió las puertas de
su casa, hasta que percibí un sueldo más o menos fijo en el teatro
(haciendo El violinista en el tejado con Manolo Fábregas) y rente un
departamento. Mi mamá no dejaba de decirme que ella quería que
yo descubriera el remedio contra el cáncer, pero yo simplemente le respondía
que quería ser actor. Creo que hasta que me vio en La Tarea se quedó
tranquila y me perdonó. Cuando me vio desnudo me dijo: "creo que
no te hice tan mal, te vi bonito en la obra"... y ahí quedó
la cosa, terminaron las controversias.
J.A.F.: ¿Qué buscas como actor?
A.T.: El actor vive en una búsqueda diaria.
En el teatro exploras caminos distintos para decir lo mismo, y mientras más
rutas encuentras para provocar una emoción más te va entusiasmando
el ejericicio de la actuación porque te conviertes en un intérprete
que tiene muchas formas y capacidades para llegar. Así le sucede también
a los músicos y a los cantantes, el registro de interpretación
se va ampliando y te sientes cada vez más seguro porque tienes más
senderos para llegar al mismo objetivo, que es dar la nota y provocar una emoción.
J.A.F.: Te veo en escena y observo que eres un actor
preciso, tienes la capacidad de pasar en un instante de una situación
de drama a una de comedia y después regresar al drama. ¿Sientes
esa precisión cuando estás en escena?
A.T.:Sí soy un actor muy preciso, de
eso se trata este oficio, de poder provocar diferentes emociones en distintos
tonos y darte el chance de hacer una gran pausa y de pronto decir una estupidez
que explote en una carcajada, y después conmover o llevar a un gran silencio
porque hubo violencia o porque llegaste a tocar fibras que no sabías
que estaban ahí. En teatro, a medida que van avanzando las representaciones
también vas entendiendo a los personajes y terminas por hacerlos tuyos.
J.A.F.: ¿Cómo adquiriste esa precisión
para actuar?
A.T.:Tiene que ver con la música. Yo
creo que los actores debemos tener oído musical, no importa que seamos
cantantes o no. Pienso que la actuación tiene mucho de musicalidad, particularmente
el teatro. Hay una velocidad, un ritmo y un tono para decir las cosas. Está
llena de un montón de términos musicales, porque eso es, al final
de cuentas.
Y creo que esto es innato. Uno trae dentro el saber en dónde se emite
la siguiente nota, en qué parte del espectáculo hay que colocarla,
qué tanto puede alargarse o en qué medida respetar o no lo que
ya estaba planeado. Aunque sé que es innato, es un oficio a desarrollar
que aprendes a corregir y manejar. Es perfectible.
J.A.F.: ¿El público va marcando las correcciones?
A.T.: El público es la otra parte del
libreto que no fue escrita por el dramaturgo.
Todo esto no sucede en el cine, porque el director es el que sabe los textos
y las tomas que va a dejar, e incluso si quiere rehace la película en
edición. Lo único que podemos hacer los actores en cine es dar
lo que el director pide y después agradecer a Dios si salió bien
el largometraje.
J.A.F.: ¿Y qué haces tú en cine
y televisión para seguir manejando la precisión en tus interpretaciones?
A.T.:En televisión te vuelves mañoso
para que no te corten ("trimeen"). Las cosas caminan bien cuando te
entiendes con el director de escena y el director de cámaras para que
te dejen actuar, pero si eso no lo consigues entonces hay que balbucear en las
pausas largas para meter el siguiente texto cuando crees que debe seguir la
escena en pantalla.
J.A.F.: ¿A qué te refieres al decir ser
mañoso?
A.T.:Es buscar fórmulas para que no te
corten el verdadero sentimiento, el momento musical en donde quisiste decir
algo. Si quien edita siente que se alargó la escena, es muy común
que busque el espacio para cortar y meter comerciales. Esto sucede muy seguido.
En televisión el actor tiene que defenderse y mucho,
lo que no sucedió en la telenovela Mirada de mujer en la que se respetaron
la dirección y la actuación.
J.A.F.: ¿Qué sucede en televisión
que el actor necesita defenderse?
A.T.:Sucede que en televisión hay una
gran mediocridad, porque trabajas con seres que en muchos de los casos son bien
intencionados pero no tienen mayor vocación, ni sentido del ritmo y el
tono, y simple y sencillamente repiten lo que les dice el apuntador, cuando
también hay que saber utilizar el apuntador y no que el apuntador mande
sobre el actor. Entonces se convierte esto en una bronca
multifactorial, en la que se hace necesario defenderse para que tu interpretación
luzca sobre los demás, porque al final de cuentas estás aquí
como en los toros, se da una competencia entre compañeros que es natural.
Lo que todos queremos es que se respete nuestro estilo de hablar, de hacer una
pausa...
J.A.F.: ¿Has escogido tus personajes?
A.T.: Desde que comienzas en esta carrera, aunque
tengas aptitudes para la comedia o el drama, tienes que ser muy cuidadoso para
que no te llamen sólo para interpretar un cierto tipo de papeles. Es
importante, como mencioné antes, ampliar el registro. A los comediantes
desafortunadamente se les encasilla, y te puedo dar el caso de Héctor
Suárez que es un actor que hace pocos papeles que no sean cómicos
pero que es muy capaz para interpretar cualquier otro, y ahí están
sus actuaciones en Lagunilla mi barrio y en El mil usos.
Igual sucede con los villanos de la televisión, que hay actores que sólo
los llaman para esos papeles.
Yo interpreto hoy a un personaje, después me alejo de él y sigo
por otros senderos.
J.A.F.: ¿Se puede elegir?
A.T.:Vas eligiendo según tu capacidad
económica, si vives de ser actor. Afortunadamente yo tuve a mi hija un
poco más grande y eso me dio oportunidad de moverme con menos presiones
porque era yo solo (y podía comer tacos o caviar), aunque hoy sigo decidiendo
con cuidado cuándo decir un no. Y mientras siga teniendo ahorros continuaré
haciendo lo que se me pegue la gana, en el momento en el que se agoten me empezaré
a alquilar.
J.A.F.: ¿Qué es hacer lo que se te pegue
la gana?
A.T.:Es, por ejemplo, montar una obra de teatro
como Cuatro X, que es una idea original mía. Yo invité al dramaturgo,
Mauricio Pichardo, que entiende muy bien lo que quiero decir. También
invité a Odiseo Bichir, Consuelo Duval, Mara Villafuerte y al director
Nathan Grinberg. Todos aportamos ideas e ideas y Mauricio escribe semana con
semana y entre todos vamos descubriendo la obra todos los días.
Esto es un gran placer: estar en una obra en la que un dramaturgo escribe para
mí y para cada uno de los que participamos en Cuatro X. Aquí no
estamos en una obra en la que un productor nos llamó para hacer un personaje
que a lo mejor ni nos queda.
J.A.F.: ¿Por qué aceptaste el personaje
de Mirada de mujer?
A.T.:Me invitó Epigmenio Ibarra. Leí
cinco guiones, pregunté cuál era el reparto y dije que sí
porque sentí que era un trabajo en el que tenía que estar, me
pagaran lo que me pagaran y sucediera lo que sucediera. Porque era una telenovela
sin apuntador, con escenas que duraban 5 ó 6 páginas, porque la
historia es propositiva y dice cosas inteligentes, y porque su intención
fue romper con el melodrama tradicional. Afortunadamente estuve ahí.
J.A.F.: ¿En Mirada de mujer construiste tu personaje
solo o con quién?
A.T.:Yo lo armé en principio con Bernardo
Romero, el escritor, quien me vio desde los ensayos. Bernardo tenía un
sistema satelital y escribía la telenovela pensando en los actores que
interpretábamos a los personajes. Eso fue muy grato porque mi personaje
decía también los chistes de los camarógrafos, del director
de cámaras o de Toño Serrano (el director). Todo esto obligaba
a ejercer el oficio, a llegar al sitio exacto en el momento preciso, a salvar
a tu compañero de escena cuando lo necesitaba o a dejarte salvar por
el otro. Todo esto fue importantísimo.
J.A.F.: ¿En Mirada de mujer y en la obra Cuatro
X es en donde te has sentido mejor?
A.T.:Yo me siento satisfecho practicamente con
todo lo que hago, pero particularmente gozo y me llena la obra El contrabajo
que cada año pongo en escena. Dura una hora con 40 minutos y me ha dado
la oportunidad de ver el teatro totalmente abarrotado, hasta con 1800 personas
atentos a la puesta en escena. Ahí sí tengo toda la responsabilidad
de comunicación con la gente porque es un sólo intérprete
con un texto y un instrumento.
J.A.F.: ¿Has rechazado personajes?
A.T.:Muchísimos, muchísimos, muchísimos.
No te imaginas cuantos.
J.A.F.: ¿Por qué los rechazos?
A.T.: Yo confío en mi intuición,
y simple y sencillamente cuando tomo un libreto o un guión
y no puedo llegar ni a la página catorce ya no me molesto en seguir leyendo.
En ocasiones les digo francamente que no me gusta.
J.A.F.: Lo que buscas es que tu personaje sea rico ¿en?
A.T.: En quién sabe qué cosas,
no importa que sea un personaje de apoyo siempre y cuando tenga una fuerza dentro
de la historia. Como el que hice en la película Demasiado amor, que es
un personaje breve y enigmático que casi no habla, pero que tiene el
objetivo de mostrarle la pasión a la protagonista con los olores, sabores
y colores de México. Ahí dije: sí lo hago porque vi que
la película tenía guión, director y la fotografía
de Gabriel Figueroa.
J.A.F.: Eres un actor que no acepta cualquier papel,
que le gusta ponerle características especiales a sus personajes y que
cuidas un estilo de actuación. ¿Qué esperas de un director?
A.T.: Yo normalmente me someto. Estoy consciente
que debo dejarme guiar porque es fácil que un actor pueda perderse. Sin
embargo, también pienso que siempre debo ser propositivo, incluso opinar
sobre la manera de montar una escena o el lugar donde se coloca la cámara.
J.A.F.: ¿Y qué te dicen?
A.T.:Muchas veces te lo compran y aceptan la
sugerencia porque ven que es buena, y en otras ocasiones simplemente te dicen
que te calles y que no produzcas. Este es un trabajo de creatividad pero también
de disciplina. Digamos que se da un esgrima, una cascarita entre el director
y el actor, y cuando el director acierta, y te dice el por qué y el cómo,
te hace sentir bien porque encuentras las solución. La relación
director-actor es como la relación padre-hijo, en donde el papá
guía y te dejas guiar. El papá siempre pide respeto, pero conforme
el hijo crece también va pidiendo respeto porque empiezas a saber y a
tener puntos de vista y conocimientos que el papá no ha tomado en cuenta
o no conoce, y esos nuevos ángulos de ver las cosas sin duda enriquecen
lo que están haciendo juntos y estimulan otras propuestas.
J.A.F.: ¿Cómo se corrompe un actor?
A.T.: Cuando dejas de ser propositivo y te quedas
en tu casa esperando a que suene el teléfono. Cuando no buscas proyectos
que te interesan. Cuando aceptas igual diez capítulos de villano que
otros 5 en otro lado, sin importar de qué se trate uno y otro. Cuando
te dedicas a hablar de tu vida personal y le llamas al dueño de la revista
para posar semidesnudo y provocar que hagan un chisme sobre tu vida. Y entonces
todo se convierte en un mundo de actorcetes que salen en la televisión
en un círculo de prótesis, máscaras y maquillaje.
Lo difícil es mantenerte lo más alejado posible de la mercadotecnia,
la publicidad y la mediocridad.
J.A.F.: ¿Cómo se administra un actor? A.T.: Creo que
lo mejor es ir pasito a pasito, vanciendo retos para ir logrando pequeñas
metas para después conseguir grandes objetivos.
J.A.F.: ¿Cómo ves la televisión
de hoy?
A.T.: La veo mediana y mediocre. El monopolio
se convirtió en duopolio y no veo una opción más allá
(con excepción de Argos que ya rompió con TV Azteca). Es triste
prender la televisión y ver lo mismo con lo mismo.
J.A.F.: ¿Qué harías con la televisión?
A.T.:Empezar a arriesgar. Creo que tenemos un
público muy maduro y heterogéneo. Si un gran número de
personas vio Mirada de mujer (incluso hasta secretarios de Estado y grandes
empresarios), me parece que se hace necesario dejar al menos una porción
de la programación dedicada a esos esfuerzos por mejorar la televisión
y sus contenidos. Y no con esto digo que la televisión deje de vender
jabones y demás productos, sino que también sea un medio que "venda"
reflexiones, emociones, catarsis y espejos a los espectadores para que la gente
pueda verse reflejada en pantalla.
J.A.F.: ¿A qué te refieres con vender catarsis?
A.T.: Es la reflexión exarcebada. Cuando
a través de los personajes se dan verdaderas tomas de conciencia que
te mueven y conmueven, que te promueven hacia un crecimiento. Que al verte reflejado,
lo que ves te pueda modificar la vida y la fe. Aunque sé que esto lo
da el teatro y la ópera. La televisión es muy mediana para lograr
una fuerza de esta naturaleza.
J.A.F.: ¿El éxito desubica?
A.T.:Al menos en mi caso no porque el éxito
no se me ha dado de la noche a la mañana. Llevó en esto 20 años,
y comencé en los programas de televisión educativa diciendo This
is a red ball. Con el paso del tiempo he buscado convocar a la gente para que
vea en escena mis ideas y las de mis compañeros, porque creo que es momento
de hablar de lo que está pasando y de lo que necesita nuestro país.
Sé que la televisión puede convertir el éxito en un circo
de autógrafos, cuando eso sucede es indispensable guardarte unos meses
para luego volver a salir.
¿Qué tanta influencia ha tenido la película de James Bond producida en nuestro país para internacionalizar aún más la fiesta del Día de Muertos de México?
Definitivamente la película de James Bond con su Desfile hizo mucho más famoso el Día de Muertos de México a nivel mundial
67 %
La Fiesta del Día de Muertos de México es famosa desde hace décadas en el mundo, la película de James Bond no es relevante para que tenga mayor fama en el planeta