Por José Antonio Fernández Fernández
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Ignacio López Tarso es el actor de carácter, de temperamento, más importante de la historia de México. Su presencia en el escenario es extraordinariamente fuerte, se roba las miradas. De dicción perfecta, de intención absoluta, hace soñar con una expresión. Maestro de las pausas, domina el set de telenovelas, películas y, por supuesto, del teatro. Principal intérprete de los corridos mexicanos, su empatía con el público la logra por igual al inquietar a los espectadores que cuando los hace llorar y reír, lo que consigue en fracción de segundos. Es representante de la mexicanidad en el escenario y fuera de él, un caballero que ha sabido portar todas las distinciones a lo largo de su brillantísima carrera. Siempre ha cuidado elegir con inteligencia a todos sus personajes, muchos representan un altísimo grado de dificultad, obligan al reto mayor del actor: interpretar los momentos más intensos sin decir palabra alguna. Busqué entrevistarlo a lo largo de 8 años, le llamé muchas veces para pedirle la conversación. El día que recibí el sí, lo celebré escuchando sus corridos y viendo de nueva cuenta su película El hombre de papel, cinta con la que siendo yo todavía un niño entendí a cabalidad lo que es ser un gran actor. A su personaje Adán lo llevo en el corazón. Me hizo reír y llorar, amar al cine. También su interpretación en la película Macario es histórica para el cine de nuestro país y del mundo, es la cinta que aparece incluso como número uno entre los mejores largometrajes realizados en México, esto a lo ojos del público, es la gente la que quiere muchísimo a Macario, como personaje y como historia. En la conversación, descubrí quizá el mayor secreto que le ha permitido a López Tarso ser un actor tan poderoso: más que hablar de él mismo, tiene un gusto desbordado por comentar sobre sus personajes. Puede conversar sin límite de tiempo acerca de sus personajes, cobran vida de nueva cuenta cada vez que los menciona, los conoce como la palma de su mano, sabe sus gustos y temores, sus ilusiones y deseos, también lo que piensan y lo que ignoran. Sus debilidades y la raíz de su fuerza.
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Entrevistar a Ignacio López Tarso a sus 96 años es aleccionador. Lúcido a más no poder, lleno de vida, con una memoria que ya quisieran las computadoras más poderosas, recuerda todo con todo detalle y ve también de forma preclara su presente y futuro como actor. Su sensibilidad juega el papel protagónico en el primer plano de su memoria, hila historias, todo el tiempo abre espacios para valorar a sus colegas, a directores, actores y actrices, a escritores. Su entusiasmo y compromiso con la actuación lo revela con un actitud de entrega, cuando está muy cerca de cumplir cien años. Me dice con alegría: por supuesto que decidí sí hacer Teatro Virtual.
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López Tarso es siempre contemporáneo, su fuerza en los escenarios asombra. Entiende al mundo que le tocó vivir con su intuición y todos sus sentidos. Reacio a dar consejos, acepta dar al menos uno a la nueva generación de actrices y actores: su dicción no puede tener falla, la dicción es herramienta clave de la actuación. Si no se les entiende lo que dicen, su personaje no tendrá poder en escena.
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Es pícaro también, sin duda es la cualidad que le ha dado velocidad de rayo a sus reacciones en el escenario, a su mirada pispireta siempre viva. Un máximo Honor para mí, así con mayúsculas,entrevistar a Ignacio López Tarso, Maestro de la Actuación.
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José Antonio Fernández: Su capacidad actoral en la película El Hombre de Papel es excelsa, no la olvido. Revolucionó la actuación en México al interpretar a un personaje protagónico que no habla, reto máximo. Ignacio López Tarso: Trabajé de una manera extremadamente cómoda en la película El hombre de papel, bajo la dirección de Ismael Rodríguez. Era un director con un gran conocimiento del cine y también del personaje que me ofreció interpretar, Adán, un mudo. Lo primero que me dijo Ismael Rodríguez, fue: tenemos que ir a que veas cómo se expresan los mudos. Me llevó a escuelas de sordomudos, los vi, conviví y observé. Después me llevó a los basureros, estuve viviendo con pepenadores, tal cual lo era el personaje de Adán, que viven de lo que recogen en la calle, de lo que encuentran en los tiraderos de la Ciudad de México. Lo que siempre me gustó del personaje, y en lo que en todo momento estuvimos de acuerdo Ismael Rodríguez y yo, fue en que a pesar de que Adán era un mudo y de tener un trabajo en lo último de la escala social, y en su caso a pesar de ser una piltrafa humana, Adán gozaba lo que hacía, eso es lo hermoso y atractivo del personaje. Cuando se encuentra el billete no sabía lo que había encontrado, pero pronto se da cuenta de qué se trata porque es un hombre listo, que piensa. Un personaje con una riqueza extraordinaria.
José Antonio Fernández: Cuando se hacen listas de las 100 mejores películas mexicanas (yo mismo convoqué a elaborar una actualizada en la que participaron más de 300 amig@s de FB, que publicamos aquí en la Revista TelmundoCine), siempre los espectadores colocan a Macario como la número uno. ¿Qué le dice la vigencia y el poder seductor con los espectadores que todavía hoy tiene Macario?, el público lo aprecia con mucho cariño. Ignacio López Tarso: Es el mismo cariño que tengo yo por el personaje Macario. Macario siempre me gustó, yo sabía que lo creó Bruno Traven, un nombre grande de la literatura universal. Macario es un personaje maravilloso, muy tierno y dulce, sé que es un personaje muy querido y muy admirado. Con toda razón el público lo busca porque Macario produce cariño, ternura, amor. Es amoroso con su mujer, con sus hijos, no tiene más que darles que su trabajo como leñador. Lo único que gana es para ellos, aunque confiesa que se queda con unos cuantos centavos para tomar un trago de tequila cada sábado en la cantina, es su gran recompensa de toda la semana. La dirección estupenda de Roberto Gavaldón, fue también para mí un gran descubrimiento conocerlo, como ser humano y director. Hice con Gavaldón las películas Macario, La rosa blanca, La vida inútil de Pito Pérez, Días de otoño y otras dos más que se me van de la memoria. La noche anterior de mi primer llamado en la película Macario, Roberto Gavaldón, nuestro director, me invitó a cenar en el hotel de Taxco en el que nos hospedamos. Me dijo: ya te habrán dicho que soy el ogro del cine, que soy un majadero, que soy muy peleonero, que de todo enfuresco, que rompo decorados y escenografías a puñetazos y a patadas, que soy un imposible. Sin embargo, yo te voy a decir con toda confianza, mi querido amigo López Tarso, lo siguiente: mañana es nuestro primer día de trabajo y tú debes saber que soy el ogro solamente con los pendejos, con quienes no me entienden, con los que no hacen su trabajo, me refiero a quienes no cumplen con lo que deben cumplir, todos esos son los que me conocen como el ogro. Pero tú y yo nos vamos a entender muy bien. Le respondí: eso espero, señor. Muchas gracias por la advertencia. Al día siguiente, a las 8 de la mañana, empezamos a filmar en una de las calles más empinadas de Taxco, Macario debía subir esa calle empedrada cargando la leña que iba a vender. Era una escena difícil en mi primer día de trabajo, a pesar de que ensayé caminar durante semanas con huaraches en los terrenos en donde en esa época estaban construyendo el Instituto Politécnico. El uso del huarache lo tenía más o menos dominado. También ensayé traer el mecapal, que es para soportar la carga de la leña desde la frente. A las ocho de la mañana oí la voz de Gavaldón, cuando dijo: ¡Acción! Empecé a subir por la calle empinada cargando la leña. Casi de inmediato gritó: ¡Coooorte!, y preguntó quién era el utilero que me había dado la leña. Le cuestionó qué madera me había puesto, la respuesta del utilero le enojó más. Puso madera de balsa para que no me pesara. Gavaldón enfureció, le dijo a gritos: "idiota, cómo le pusiste madera de balsa, yo no veo el esfuerzo que Macario tiene que hacer para subir con la leña en la espalda. Se debe ver su esfuerzo en el cuello, en las piernas, en las pantorrillas. ¿Cómo le pones madera de balsa?, no estamos jugando, estamos haciendo una película y la vamos a producir muy bien, aunque a ti no te importe
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