Por José Antonio Fernández
El programa inglés Top Gear, producido por la BBC de Londres, consiguió sarandear el ánimo de al menos miles de mexicanos, sino es que de millones.
Top Gear es la serie de televisión dedicada a hablar de autos más importante de la historia de la televisión en el mundo. El programa está muy bien producido. En cada capítulo sus conductores analizan coches a profundidad, los manejan, critican, elogian -si así lo consideran- y señalan lo que les gusta y desagrada de cada modelo. Lo que marca la diferencia de Top Gear con el reto de programas de autos, es el ambiente que consiguen los conductores en el estudio junto con el público. Todos se comportan como si estuvieran a sólas tomando cervezas un sábado por la mañana hablando de autos. Son ligeros. Se ríen a la menor provocación. Para divertir a su público, cada vez que presentan un coche los conductores hacen bromas de grueso calibre sobre la gente que vive en el país de origen del auto. No inventan nada nuevo. Se mofan de los estereotipos que todos en alguna ocasión hemos escuchado. Siempre se les pasa la mano, sus chistes son pesados y pasados de la raya. Así son, encontraron la fórmula para tener audiencia global: burlarse sin piedad de los habitantes de cada país de acuerdo a la fama que los ha perseguido por años. Dicen que cuentan ya con 300 millones de televidentes en el mundo, lo que no es poca cosa.
Cuando en Top Gear hicieron comentarios del auto mexicano Mastretta, un deportivo fabricado en Puebla, lo cuestionaron al máximo, hasta el insulto. Dijeron que si era mexicano seguramente sería lento, flojo...
Ante la provocación de los conductores ingleses, que fue totalmente planeada (nadie crea por favor que lo hicieron en un momento de espontaneidad; en ese programa siguen un guión al pie de la letra), miles de mexicanos que se enteraron del hecho protestaron de inmediato. Las protestas crecieron tanto que la BBC y el conductor principal de Top Gear se vieron obligados a pedir una disculpa, que fue tibia y desangelada, pero al fin se doblaron ante la avalancha de protestas de mexicanos que se consideraron ofendidos.
El caso Top Gear ha dado para la polémica. Escribo en dos partes reflexiones que me quedan luego del escándalo provocado por top Gear:
• La BBC ya infringió sus propias reglas. Decidieron ya no presentarse al mundo como serios, medidos y respetuosos. Descubrieron que la irreverancia y las bromas pesadas les dan altas audiencias en sus canales internacionales, lo que sin duda los tiene felices. Es su camino y no echaran vuelta atrás.
• Pidieron perdón los de la BBC y obligaron también al conductor de Top Gear a disculparse con México porque el conflicto había escalado ya niveles importantes de gobierno, y esa triste y flaca disculpa la hicieron para desactivar el lío que crecía como bola de nieve y amenazaba con crear un conflicto diplomático serio.
• Aunque prácticamente la mayoría de las televisoras públicas de México le compran programas y servicios de noticias a la BBC, lo que suma millones de dólares por año, todas en alguna media cambiarán su relación.
• En México se dieron todo tipo de reacciones, desde quienes consideran que no hay que darle mayor importancia a estos irreverentes bromistas hasta los que piden una protesta más vigorosa del gobierno de México, como cancelar los contratos de todas las televisoras con la BBC, pasando por quienes reconocen que lo que dijeron en Top Gear es una fama nacional ganada a pulso que no nos podemos quitar.
Van cinco reflexiones finales en torno al escándalo Top Gear: Uno: es muy bueno protestar cuando alguien se siente ofendido. Dos: a los mexicanos no nos gusta lo que dijeron de nosotros en ese programa. Tres: todas las reacciones son válidas, desde el enojo mayor hasta el no hacer caso. Cuatro: confirma que el mexicano tiende más al melodrama que al humor (les llovieron más mentadas que respuestas ingeniosas). Cinco: si esa imagen no nos gusta y sabemos que está en el imagnario mundial, cambiémosla. El gobierno tiene la palabra (J.A.F.)
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