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Aja, Toro |
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Editorial publicado en la Revista Telemundo el 11 de noviembre 2008 |
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La crisis económica de octubre de 2008 no es de México, pero golpea a nuestro país. No es nuestra crisis. Cayeron en crisis los Estados Unidos y ahora el mundo entero está en crisis. Es un lío mundial, todavía no interplanetario. Habrá que resolverlo echándole montón. No hay de otra.
En 1994 México cayó en crisis y el Efecto Tequila se llevó de corbata a toda América Latina. Inventó Zedillo entonces el Fobaproa y se lo comieron vivo (hasta la fecha). Fue el mismo Zedillo el que estableció reglas para librar mejor la siguiente crisis: reservas internacionales enormes, no defender al peso como perro ni fijar límites a su flotación, obligar al gobierno a mantener finanzas sanas, al igual que a los bancos y las casas de bolsa, y también ir a la democracia. Así va el barco y así ha aguantado, como puede, el tormentón. Ahora a Felipe Calderón le tocó lanzar un plan de emergencia que elaboró tomando en cuenta que tiene margen de maniobra. Por eso, contrario a lo que había sucedido en las crisis anteriores, Calderón presentó un plan anticrisis en el que apuesta por la inversión. Hasta una petroquímica de las dos que quiere AMLO, se animó a construir. De una vez que piense en las dos. Me gusta el plan de Calderón.
En 1994, en plena crisis, publiqué un editorial al que titulé Acelerar. Apunté, entonces, que en tiempos de crisis se me venía a la cabeza un comentario que alguna vez escuché de Emerson Fitipaldi, el famoso corredor brasileño de autos Fórmula Uno. Cuando un reportero le preguntó qué hacía en el momento en el que se percataba de que había un accidente en la pista, Fitipaldi respondió sin más: acelero. ¿Por qué lo hace?, preguntó al vuelo el reportero. ¿Es una actitud muy peligrosa, no cree? Fitipaldi, seguro de sí mismo, respondió de inmediato: acelero porque sé que los demás frenan.
Es momento de tomar una actitud como la de Fitipaldi y no dejarnos impresionar por el monstruo que se nos apareció desde el lunes 29. Hay que apreciar el trabajo que hemos hecho, ver nuestras fortalezas y apoyarnos en ellas para acelerar de manera creativa, con convicción, compromiso y entusiasmo. Que no nos espanten con el petate del muerto, porque además parte de la crisis actual tiene que ver con el juego perverso, interminable y delirante de Wall Street que consiste en ver quién se hace más rico, más rápido y más bestialmente (¿alguien puede imaginar lo que significa que una persona atesore 600,000 millones de pesos?), y también con el cierre de las campañas políticas en Estados Unidos en donde grupos importantes quieren que los republicanos no gobiernen más, al menos por los próximos cuatro años. Vivimos tiempos de confusión, de desconfianza. De empates electorales en todo el mundo, incluyendo México.
Nos tocó de nuevo lidiar con la crisis de otros, como ya lo hicimos en la Segunda Guerra Mundial y cuando el ataque a las Torres Gemela en 2001. Habilidad mayor hay que demostrar para que la crisis de otro no se vuelva una crisis propia. Hay que encontrarle la fórmula. La mejor es acelerar, es hacer planes, es ver para adelante y pensar que tenemos muchas cosas por hacer que nos gustan, nos apasionan, nos llenan el corazón. Los toros de lidia nacieron para torearse y las grandes crisis para saber meter el capote y la muleta. ¡Aja, toro! (J.A.F.)
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