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Editoriales |
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Coro |
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Editorial publicado en la Revista Telemundo el 17 de abril 2015 |
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Érase una vez un magnífico lugar en el que todas las mañanas se escuchaba en sus calles y en sus casas un Coro que con sus canciones atemperaba el ánimo de todos sus habitantes.
Los integrantes del coro sabían leer muy bien las partituras que les eran entregadas un día antes y en ocasiones justo a medianoche o en la madrugada del mismo día, para que con la suma de sus voces crearan una sola voz y dieran esa atmósfera matutina optimista que sería alimento del alma y mente de todos los pobladores.
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Un coro siempre tiene la ventaja que puede ser integrado por cantores que no tengan necesariamente una voz perfectamente bien afinada. Significa esto que un coro se escucha bien justo porque al sumar muchas voces cantando una misma melodía, se oculta con facilidad si alguno de los cantores se sale de tono. Esta característica técnica que define a los coros, les permite lograr un sonido que en la inmensa mayoría de las ocasiones sea sumamente agradable a los oídos de quien escucha los cánticos.
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El Coro de este magnífico lugar estaba muy bien entrenado, de él habían salido extraordinarias voces solistas que decidieron montar espacios sonoros con un repertorio propio. Cuando los solistas cantan las partituras del Coro, lo que es muy común, lo hacen dándoles un toque propio especial o muy especial, según el caso.
A los solistas igualmente les son entregadas a diario las partituras del día del Coro al que informalmente se le llama Coro Oficial, la petición es que interpreten en algún momento de su programa esas partituras para que así ayuden a nutrir con las mismas canciones mente y espíritu de todos los habitantes del magnífico lugar.
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Con el paso del tiempo, cada vez un mayor número de integrantes del Coro se fue haciendo solista, pero aún así quienes dirigían el Coro siguieron trabajando duro todos los días para hacer llegar las mismas partituras a todos los solistas para que cada uno desde el espacio sonoro que había creado siguiera cantando las canciones del Coro con las mismas partituras que a todos los cantores eran entregadas (al Coro y a los solistas).
Así, la historia cuenta que siguió existiendo el Coro y también muchos solistas que de alguna manera eran convencidos de sumarse al Coro Ofical. Fueron muchos los solistas que encontraron la manera de hacer su programa de canciones intercalando su propio repertorio con las partituras del Coro, que sin faltar un solo día recibían puntualmente. Eran solistas que se oían muy parecidos al Coro.
Pero no todos los solistas eran dóciles, algunos fueron más rebeldes y decidieron alejarse del Coro lo más posible para ser leales a su propio repertorio, lo que no les fue fácil. A los pobladores les gustaba más escuchar a esos solistas más rebeldes, encontraban en ellos un sonido más auténtico, novedoso y lleno de vida que conseguía animar con mayor y mejor energía sus mentes y espíritus.
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Cuenta la historia que uno de esos solistas fue tan rebelde que logró crear un repertorio tan original que una gran cantidad de pobladores se deleitaba al escuchar sus canciones todas las mañanas. Su voz alcanzó tal fama por su pasión y sensibilidad que desconcertó incluso a quienes hacían las partituras del Coro, tanto que el “afinado” Coro empezó a oirse cada vez peor. Algunos solistas reconocieron el valor de la voz rebelde, uno de ellos, quizá el más fuerte, escribió que si esa voz rebelde no existiera todos perderían.
Un niño que también escuchaba la voz rebelde pregunto a su papá: ¿y por qué tantos escuchan la voz rebelde? El papá lo miró a los ojos y le contestó: porque su voz inspira, nos hace sentir todas las mañanas que podemos ser más valientes (J.A.F.)
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