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Editorial publicado en la Revista Telemundo el 26 de marzo 2014 |
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Desde su nacimiento y durante décadas, la NASA, Agencia
Aeroespacial de Estados Unidos, ha tenido como guía dos
palabras muy prácticas que le han permitido subsistir y al mismo
tiempo asombrar al mundo entero. Estas dos palabras son:
aproximación y menor-impacto.
Los científicos y técnicos de la NASA han dado clases al mundo
de lo que se puede hacer cuando en una sóla estrategia se
combinan sin medida estas dos palabras.
Cada vez que lanzan una nave al espacio piensan en la
aproximación. Sus misiones buscan objetivos que nunca
representan el objetivo final, siempre hay algo después. Al
principio lo que intentaban era simplemente salir de la atmósfera
terrestre. Luego se propusieron mantenerse en el espacio y
volver a la tierra. Después se lanzaron a conquistar la Luna,
hazaña que repitieron en 6 ocasiones (sólo la primera tuvo gran
eco en los medios del mundo, de las otras cinco pocos se
acuerdan, yo incluido). Ahora van por Marte. Su historia no tiene
fin.
En cada misión la palabra que guía sus planes es: aproximación.
Difícilmente pueden estar cien por ciento seguros de que
conseguirán sus objetivos plenamente. Para no atormentarse y
hacer posible sus sueños, mejor tomaron el camino de la
aproximación. Eso les da humor, les permite presentar enormes
presupuestos que no siempre son aprobados y tienen
oportunidad de cometer errores y hasta fallar (a veces
dramáticamente).
Cuando la NASA ha fallado nadie pide que desaparezca. Como la
NASA trabaja por aproximación, cualquier error puede suceder.
No hay nada totalmente fiable en ninguno de sus programas. Su
lógica no reta a nadie, es sólo un plan tremendamente
ambicioso. La humildad de la NASA, el saberse y reconocer
desde adentro su vulnerabilidad, le ha dado vida. Como los seres
humanos, no es perfecta, es perfectible. No se caracteriza por
soberbia sino por intrépida y generadora de conocimientos
sorprendentes.
Para la Nasa no es suficiente la palabra aproximación, necesitó
inventar una nueva palabra que le acompaña en todas sus
misiones. Esa nueva palabra es la unión de dos palabras:
menor-impacto.
Cuando lograron que sus vuelos salieran al espacio tripulados
por humanos, no encontraron rápido la forma de que regresaran
aterrizando con relativa seguridad, a la manera de los aviones.
Sin embargo, esa falta de conocimientos no los detuvo, idearon
regresar las naves especiales en posición de clavado directo al
mar, para lo que ingeniosamente colocaron paracaídas en sus
cápsulas e hicieron un cálculo aproximado de entrada a la
atmósfera terrestre en el viaje de regreso: caída por
aproximación.
Cada vez que una nave de la serie Apollo acuatizaba, la NASA
permitía a todo el mundo observar las dos guías de su
estrategia: aproximación y menor-impacto. Dónde caerá y qué
tan fuerte será el golpe de la nave contra el mar, eran las dos
preguntas que hasta bromas provocaban. Imaginaron cómo
disminuir el impacto y así hacer posible cada una de esas
misiones que resultaban increíbles.
Hoy la NASA quiere llevar seres humanos a Marte. Ya avisó que el
viaje es de aproximación y que el menor-impacto estará
presente: espera que los viajeros conozcan Marte. No aseguran
el regreso.
Claro está que la NASA se inspira en las dos guías que son
brújula del ser humano cada vez que se lanza a una aventura,
desde tiempos inmemoriales: todo es aproximación y echarle
inteligencia para lograr el menor-impacto. Son dos palabras que
nacen del sentido común, el estudio y la inteligencia, enemigas
acérrimas de la soberbia. Estas dos palabras tienen su sinónimo:
“ahí vamos”
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