Por José Antonio Fernández
En un viaje que hice en tren de Amsterdam a Londres, tuve la oportunidad de conocer a un funcionario público de Gales, el país que forma parte de la Unión Británica junto Inglaterra y Escocia. A lo largo del recorrido en el espectacular tren rápido que vuela a más de 300 kilómetros por hora sin vibración ni ajetreo alguno, conversé con el agradable y simpático galés de múltiples temas. Me preguntó sobre México y sus problemas. Él tenía muchas dudas de lo que nos sucede. Me contó que Gales es una nación que descansa todavía en el desarrollo rural. Se viven bien, me dijo, aunque ahora algunos quieren mover más sus vidas. Ven el jolgorio de las grandes metrópolis norteamericanas y europeas, “esa loca vida de ciudad” con todas sus tentaciones, y se les antoja.
Luego de más de hora y media de platicar sin parar sobre política, comida, anécdotas y fútbol, me di cuenta que yo estaba frente a un personaje muy bien preparado que además tenía dos grandes cualidades: era siempre sincero, me dijo en todo momento lo que deveras pensaba, y era dueño de una extraordinaria capacidad de síntesis. A pregunta realizada, respuesta concreta pero rica en todos sus aspectos.
Ante tal personaje me esforcé minuto a minuto en aprovechar el tiempo de la conversación para saber más sobre sus opiniones. Entonces fue que se me vino a la cabeza preguntarle algo que he planteado en diversas ocasiones y que hasta entonces nunca antes alguien me lo había contestado de una forma tan clara y a la vez tan compleja. Le pregunté: ¿me puedes decir cuál es la diferencia que hay aquí en Europa entre izquierda y derecha?
Para responder la que yo suponía sesuda pregunta, el galés no necesitó ni siquiera tomar aire. Me contestó a la velocidad del tren en el que viajábamos: “un gobierno de izquierda es el que siempre busca subir los impuestos, trata de elevarlos en mayor medida a los que más ganan, porque quiere dinero para ayudar más a un mayor número de ciudadanos con el objetivo de que el piso sea más parejo para todos. En cambio, un gobierno de derecha está buscando siempre la forma de bajar los impuestos y de cobrar todos los servicios. Los de derecha no consideran bueno que el gobierno dedique sus recursos a otorgar subsidios y a dar dinero regalado a la población. Ellos quieren que la gente pague en mayor medida todo lo que obtiene, mientras más paguen y menos subsidios reciban es mejor. En ese vaivén vivimos en Europa, cuando la izquierda deja de funcionar, la gente opta por la derecha y viceversa”.
Al concluir su breve pero muy clara exposición, el galés se confesó de izquierda. Yo me quedé atónito. Nunca antes alguien me había resumido en una cuantas palabras dos tendencias que incluso han cobrado millones de vidas. Me pregunté al bajar del tren: ¿en México son así de claras la izquierda y la derecha? Me respondí rápido: no.
Las definiciones del galés me han dado vueltas en la cabeza por meses. Me han llevado a confirmar lo que escribí en el editorial Elucubraciones (ver Revista Telemundo no. 108, agosto 2009), en el que anoté que desde mi punto de vista los mexicanos somos un país en el que la mayoría apunta al centro, ni a la izquierda ni a la derecha.
Observo hoy a dos políticos que insisten en hablar de izquierda ante la menor provocación: Marcelo Ebrard y López Obrador. Entiendo su tarea: intentan definir su postura para que los de derecha, si los hay, digan ser de derecha.
Relato toda esta larga historia, porque al fin de cuentas creo que en México la mayoría de la población no se decide por una idea o por otra porque sea de izquierda o derecha. Más bien, el interés hoy en nuestro país es que todas las escuelas tengan bancas, maestros, computadoras y pizarrones, que todos los hospitales cuenten con médicos, camas, vacunas, medicamentos, quirófanos y atención seria, que haya seguridad en las calles, que la ola de violencia desaparezca, que se generen empleos, haya espacio para nuevas empresas, construyan carreteras y reciban mantenimiento las calles, que el campo se siembre, que las industrias y comercios funcionen, que los jóvenes tengan oportunidad de llegar a la universidad y que las tradiciones nacionales y la vida en familia sigan siendo pilares de nuestro país.
Para aspirar a un país como el que describo, ¿se necesita ser de derecha o de izquierda? Es pregunta (J.A.F.)
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