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Fort Laudardale |
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Editorial publicado en la Revista Telemundo el 13 de febrero 2009 |
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He escuchado un gran número de explicaciones acerca de la crisis económica que azota al mundo y que iniciaron los norteamericanos. Leo más pronósticos que explicaciones de por qué se dio la crisis. Como cada quien ha inventado una explicación distinta, yo he construido una. Ahí va.
Hace algún tiempo tuve oportunidad de conocer Fort Laudardale, un lugar que se ubica al norte de la ciudad de Miami. Es una zona que cuenta con decenas de campos de golf. Hay miles de mansiones que tienen dos frentes. Uno da hacia la calle, para que los dueños puedan salir en sus lujosos autos, y el otro da hacia una entrada de agua de mar en donde todas las casas amarran sus yates. Cada mansión tiene su muelle. Son cientos de yates de gran tamaño. De millones de dólares.
Cuando vi ese ambiente en Fort Laudardale, me pregunté: ¿cuánto deben ganar las personas que mantienen estos altísimos niveles de vida? La respuesta es obvia: muchísimo. ¿Y de dónde sacan tanto dinero? Pues de vender infinidad de productos al mundo entero, no sólo a los norteamericanos. El punto para Estados Unidos es vender. Si venden, su economía funciona. Si dejan de vender, entran en problemas. Y necesitan vender mucho porque es una sociedad que gasta mucho. Los norteamericanos requieren ganar mucho dinero para poder seguir su tren de vida.
En los últimos años, los norteamericanos vendieron como nunca antes cualquier cantidad de productos. Ellos son sus principales y primeros consumidores. Millones de casas en Estados Unidos están sobre equipadas. Conozco gente que vive del otro lado del Río Bravo, que se deshace de equipos de sonido o de otro tipo de productos a los pocos meses de haberlos comprado. Antes los refrigeradores duraban toda la vida, ahora la idea es cambiarlos cada cuatro o cinco años.
Su sistema necesita compradores. Muchos. Muchísimos. Después de la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos convencieron a sus habitantes que los jóvenes debían salir de sus casas a los 18 años. Así lo han hecho millones desde entonces. Con esta idea ganaron millones de consumidores. Luego vino la fiebre de divorcios, y entonces multiplicaron los consumidores. Después la idea de que hay que vivir solos, y entonces volvieron a multiplicar consumidores. Cada quien su refri, sus teles, su sala, su auto, su compu, su celular, su baño, su cobija, su depa o su casa, su alberca, su yate (si para eso alcanza) y así sin parar. Luego vino el consumismo porno y el gay. Después la fiebre de los videojuegos, las telecomunicaciones y las estafas. Cuando el mercado de compradores confiables de casas se terminó, entonces le prestaron dinero a los que eran malos compradores aplicando fórmulas matemáticas. Calcularon, según ellos, cuántos sí pagarían. Pero el mundo se les vino encima. Aplicó la Ley de Murphy: si no tienen con qué pagar, no pagarán. Los compradores habituales entraron a la especulación, despilfarraron, y los malos compradores no pagaron. Y entonces la crisis reventó.
La crisis económica de Estados Unidos se dio porque ellos ya gastaron todo lo que debían gastar. Ahora están tomando un respiro doloroso que nos da coletazos a todos. Pero volverán a gastar. Es su sistema. Viven bajo la dictadura del consumismo. Producen para vender. Trabajan para comprar. Viven para disfrutar a su modo lo que el mundo produce. Además, les gusta ser poderosos.
Quizá en el futuro veamos un renovado espíritu naturalista que frene su impulso por el consumo. Pero si frenan el consumo, serían radicalmente otros. ¿Fort Laudardale terminará siendo pueblo fantasma?
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