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Gabardina |
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Editorial publicado en la Revista Telemundo el 24 de agosto 2020 |
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Hace ya algún tiempo, en la ciudad de Madrid acompañé a mi muy buen amigo Benjamín, a que se comprara una gabardina. Caminando cerca de la gran tienda famosa, El Corte Inglés, vio la gabardina de sus sueños en el aparador. Dijo que le parecía de una elegancia fuera de serie, la quería.
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Benjamín entró a la famosa tienda que está a unos pasos de La Puerta del Sol (la principal provocadora de que Madrid sea una ciudad a la que no le gusta dormir), y de inmediato ubicó las escaleras eléctricas para subir al piso Ropa para Caballeros.
Caminó por los pasillos de la tienda y de pronto, como si se tratara de una película de Hollywood, se encontró frente a frente con la gabardina: iluminada por los reflectores, de nuevo la sintió como una prenda única, elegante, con una fuerza arrolladora. Puesta en el maniquí, se dio tiempo para admirarla. Me dijo: "esta gabardina la he buscado por años, y aquí está, me la llevo. De que me la llevo, me la llevo".
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El vendedor del Departamento de Caballeros llegó preguntando en qué podía dar su ayuda. De inmediato, Benjamín le dijo que la gabardina del maniquí se la quería llevar puesta. El vendedor le comentó también al instante, con ese acento típico madrileño un poco rudo y un poco actoral a la vez: "si quiere llevársela puesta, es por gusto. Hoy, el día tiene un sol que va a durar encendido hasta la noche entera".
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El vendedor escuchó el acento y preguntó a Benjamín: ¿usted es mexicano? A lo que Benjamín respondió: sí. Fue entonces que a partir de ese momento empezó una conversación peculiar, en la que Benjamín intervenía poco y el vendedor se preguntaba y se respondía solo, lo que puede resultar molesto para el comprador pero siempre ayuda a confirmar si la compra se quiere hacer o no.
El vendedor le dijo a Benjamín: mire, muchos mexicanos han estado en ese mismo lugar en el que ahora se encuentra usted admirando esta hermosa gabardina, y yo les he escuchado discutir sobre si se la llevan a o no. La mayoría decide no llevársela porque dicen que en México prácticamente nadie se pone gabardinas, a pesar de que también comentan que llueve bastante, sobretodo en la Ciudad de México. Les he escuchado decir muchas veces, que mejor no compran la gabardina porque no se la pondrán, y quedará colgada en el gancho de por vida. Oí decir a un señor: es como el cubrebocas, eso es solo para los médicos, las gabardinas son para los bomberos. Dígame qué talla es usted, ahora mismo solo tengo talla S.
Benjamín le respondió al vendedor: quiero la gabardina, me la voy a poner y la quiero usar para no mojarme cuando llueva, porque es impermeable y elegante, muy elegante. Si me pongo la gabardina, no me mojo. Soy talla Grande.
El vendedor le pidió que regresara a las 8 por la gabardina, la traería de otra tienda. Volvimos a las 8 y nos dijo: no tengo la gabardina, pensé que no vendría. Pero si en verdad la quiere, la mando traer. Le dijo Benjamín: la quiero, quiero mi gabardina, es mía. Me la llevaré puesta. Por cierto, ahora mismo, afuera llueve bastante (J.A.F.)
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