Por José Antonio Fernández Recomiendan los
guías de turistas que los viajeros guarden
silencio o hablen muy bajito en las iglesias, es
señal de respeto para las personas que ahí asisten
con el fin de rezar o encontrar un momento de
remanso espiritual que inyecte energía a su alma.
También es recomendable hablar bajito o
permanecer en silencio por las noches en los
lugares donde la gente duerme. Igual es bien visto
el silencio y hablar con voz muy baja en
hospitales, bibliotecas, museos y galerías, dentro
de salones de clase y en cursos y reuniones de
trabajo cuando se está escuchando una exposición.
En cambio, cuando los guías de turistas
llevan a los viajeros a conciertos, mercados o
plazas públicas, jamás dan una recomendación para
hablar bajito o guardar silencio. En este tipo de
lugares la libertad es total porque el objetivo es
disfrutar experiencias colectivas cargadas de
adrenalina.
Gritar en los conciertos de rock es común,
igual en los estadios, nadie censura que así
suceda, excepto cuando se gritan groserías o
improperios que el sentido común más elemental
identifica como desplantes fuera de lugar.
En los medios de comunicación también se dan
silencios y gritos que en un abrir y cerrar de
ojos se convierten en escándalos mayores. Son los
medios de comunicación enormes altavoces que
desean ser escuchados por cuanta gente sea
posible. Una primera plana de un periódico grita
fuerte con sus ocho columnas para ser leída,
también gritan los noticieros de televisión cuando
al iniciar presentan la información más importante
del día. Igual pasa con los noticieros de radio,
encuentra cada uno la fórmula para que una mayor
cantidad de audiencia les ponga atención.
Y cuando los medios guardan silencio ante
atropellos, negligencias e injusticias del poder,
su público se da cuenta, decepcionan a sus
seguidores. Cuando los medios debieron gritar,
inaceptable es su silencio.
Cuando una persona grita en una iglesia, se
queda callada hasta dormirse en un concierto o
gritonea dentro de un salón de clases, de
inmediato puede provocar reacciones negativas
inmediatas a su comportamiento. Quien no sabe de
sus razones, puede hasta tachar de loco al
personaje que no se comporta como era esperado.
Igual puede suceder con los medios: cuando
una noticia es demasiado escandalosa puede
resultar poco creíble, razón suficiente para que
quienes siguen al medio de comunicación se lancen
de inmediato a descalificar su información, al
conductor que la presentó y de paso al mismo medio
que la difunde.
El escándalo en los medios es castigado casi
siempre de entrada con muchas dudas por parte del
público. Cuando sucedió el caso Watergate en
Estados Unidos, pocos creyeron que la escandalosa
historia revelada por dos reporteros llevaría a la
renuncia de Richard Nixon a la Presidencia. Lo
cierto es que terminó por renunciar (JAF)
|