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Panadero |
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Editorial publicado en la Revista Telemundo el 17 de febrero 2012 |
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Quien vive en el capitalismo, vive en la era de la incertidumbre,
ya lo dijo John Kenneth Galbraith. Y es verdad. En estos
tiempos de capitalismo, hoy una empresa está en la cumbre y
mañana puede desaparecer. Un corporativo es hoy
norteamericano y mañana pertenece a los italianos.
Hoy quiebra Grecia y hace un efecto dominó que llega hasta la
Patagonia. Los gobiernos pueden durar sólo meses y verse
obligados a llamar a nuevas elecciones. Sin previo aviso, surgen
nuevos partidos con nuevas siglas que en un par de años logran
ascender al poder. Los grandes capitales quieren que los países
abran fronteras y quiten todas las prohibiciones, saben que con
su dinero pueden comprar todo lo que creen valioso y que les
podría dejar altos rendimientos y buenas influencias políticas:
como empresas petroleras, televisoras, telefónicas, mineras,
centros turísticos... y si no les resulta el negocio, entran en
quiebra y algo sucederá, igual en una de esas hasta llega el
rescate gubernamental.
Vivimos en la era de la incertidumbre. Nos la vendieron como la
mejor de la historia, en la que disfrutamos más de más
libertades, de más opciones de desarrollo personal, familiar y
colectivo, de más posibilidades de comprar hasta donde nos
alcance, de más momentos de gloria si nos va bien, de más
diversión y también de más angustias que llevan a millones de
personas diariamente directo a la gastritis, los infartos y demás
fastidios de la modernidad.
Cuando desde una montaña de mediana altura se observa la
ciudad, se escucha el ir y venir que no descansa. Ni entrada la
noche hay silencio total. Hay que moverse para sobrevivir en esta
era. Ganar plata, dicen los sudamericanos, no hay de otra.
En las librerías hay cientos o miles de manuales para enfrentar
esta era de la incertidumbre, en la que no sabemos qué pasará
mañana. Nos dicen cómo comportarnos, de qué forma sentirnos
mejor, cómo es que podemos llegar a la cumbre, cuáles son las
reglas para vender, comprar, perder la virginidad, cuidar
nuestras mascotas, vivir en pareja, crear una nueva empresa,
echarnos clavados, invertir mejor, lograr un abdomen
cuadriculado, bajar de peso, burlar terribles enfermedades,
entender a los hijos, conservar a los amigos, pegarle mejor al
golf y a la bola de tenis, vivir con intensidad viajes en sitios
remotos y cualquier cantidad de ocurrencias que sin duda en
ocasiones divierten y sorprenden.
Hoy un empresario se puede convertir en panadero, con el sólo
hecho de comprar una panadería. Después puede dejar de ser
panadero, por la sóla razón de haber vendido su panadería. La
linda historia del hombre panadero que se forja desde niño,
difícilmente hoy puede rivalizar con la del gran inversionista que
en una mañana manda un boletín a los periódicos avisando de su
nueva gran adquisición. ¡Él sí es noticia! La era de la
incertidumbre rompe todas las reglas de la lógica, enloquece al
mundo, hace creer que el dinero da la felicidad porque con él se
puede comprar, aparentemente, ¡todo!
Los medios de comunicación se adaptaron como nadie a la era
de la incertidumbre: noticias calientes hay todos los días. Unos
compran, otros venden, otros más quiebran, los de allá se
asocian, los de acá cambian leyes, se espían, votan nuevo
presidente, pelean candidaturas. El mundo no para.
Y a la mitad de la noche, en plena madrugada, con el fondo
musical de los grillos, me pregunto: ¿qué hacer en la era de la
incertidumbre? Difícil dar con la respuesta.
Claro está que esta era de la incertidumbre nos lleva a un lugar
desconocido, y no sé qué tan peligroso. Por lo pronto, prefiero
todavía la historia del panadero que se forjó desde niño (J.A.F.)
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