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Por José Antonio Fernández Fernández
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Carlos Marín rechaza ser una estrella
de televisión, pero a los ojos del obervador es notorio que la televisión
es su medio, tanto o más como lo es también la prensa escrita.
En muy poco tiempo Carlos Marín consiguió ser identificado por
el público de televisión que sigue los programas de opinión.
Su participación en la exitosa serie Tercer Grado de Televisa,
es indispensable para que el programa tenga ese carácter de televisión
y no se quede en una mesa redonda de colegas que dicen opiniones que defienden
con fundamentos. Y es que Marín tiene una
característica única que le sale de adentro: es capaz de desquiciar
a cualquiera y de confundir y destantear a quien se le ponga enfrente, hasta
a sí mismo, lo que incluso
puede ser jocoso en los
momentos más dramáticos de una discusión. Discute sin descanso
a la manera en que un boxeador muy experimentado se sube al ring. Mide distancia,
piensa, no se calienta ni pierde el control y suelta los golpes siempre siendo
fiel a su estilo, porque sabe que es el camino que mejor conoce, el suyo.
Carlos Marín ha traído consigo beneficios a la televisión
mexicana porque siempre agrega, pone piedras en el camino de las polémicas,
pregunta qué tan cierto es lo que se dice, cuestiona a los incuestionables
y en ocasiones defiende a los que parecen indefendibles. En su programa de entrevistas
cortas de Milenio Televisión, también le pone salsa a cualquier
conversación.
Dirige el periódico Milenio, participa en Tercer Grado y hace su programa
en Milenio Televisión todos los días por la noche.
Investigó a
fondo el caso Colosio. Aquí nos dice si Aburto es o no el asesino solitario,
según su
opinión.
José Antonio Fernández: ¿Te diviertes
siendo periodista, lo gozas?
Carlos Marín: Disfruto mucho lo que hago.
Dicen que Sartre decía
(yo nunca se lo leí): felicidad no es hacer lo que uno quiere, es querer
lo que uno hace. Y a mí me gusta mucho hacer lo que hago, que por cierto
es algo muy afanoso.
El trabajo en un periódico es como nacer y morir todos los días,
o casi. Quizá estoy exagerando. En el periódico empieza el día
con una especie de chipi chipi, y hacia las diez y media de la noche estás
en medio de un huracán, que es el momento del cierre del periódico.
Es cuando no te llega la nota y la foto se ceba. Se dan muchos cambios a lo largo
de la tarde y aprietan a las once de la noche.
Pero por más que quede madreadón todas las noches, me gusta hacerlo.
José Antonio Fernández: ¿Debe
beber alcohol un periodista para ejercer su oficio y hacer equipo?
Carlos Marín: Yo tomo de aperitivo un tequila
blanco Herradura. Una o cuando mucho dos copas de aperitivo me son suficientes.
No suelo ir a cenas.
Creo que el mundo etílico del periodismo quedó en el pasado. Todavía
en los años sesenta o setenta parecía ser un requisito el beber
para ser periodista, y las cofradías hacían que se mezclaran periodistas
de distintos medios en una misma cantina. Fue célebre La Mundial en Bucareli.
Yo no creo en el compañerismo de periodistas que trabajan en distintas
empresas. Tampoco creo en el gremio periodístico. Cuando aquí alguno
de mis editores o algún reportero habla de los compañeros que cubrieron
tal acto, le pregunto cuántos de Milenio fueron. Y cuando me responden
que estuvieron ahí compañeros de distintos periódicos, le
digo que esos son nuestros enemigos, no nuestros compañeros. Son a los
que hay que ganarles la nota.
Exagero cuando digo enemigos, pero en esto tiene que haber un afán por
ganar la noticia hasta donde se pueda para publicar la mejor información.
Nunca leo un boletín, me gusta mucho el trabajo original, que no siempre
es información para la historia. El periodismo es muy egoísta.
José Antonio Fernández: ¿Es
solitario el trabajo del periodista?
Carlos Marín: No hay una soledad física, pero sí una
solitariedad al escribir.
Los que aspiramos a ser buenos periodistas primero que nada aspiramos a ser reporteros.
Y a la hora de intentar poner en orden la información, frecuentemente
se nos viene encima de manera caótica. Y al iniciar la escritura del texto,
se da ese momento en el que estamos solitos con la información y con nuestra
buena o mala conciencia. Se vive una especie de duelo consigo mismo para vencer
los principales retos que son la claridad, la concisión, la precisión
y la contundencia que van acompañadas desde luego por la sintaxis y la
ortografía.
Todo este proceso implica un esfuerzo de concentración que hace que el
resultado sea un trabajo fundamentalmente individual, con la paradoja de que
siendo individual es para que lo vea o lea muchísima gente, que es la
opinión pública.
José Antonio Fernández: ¿La conciencia juega un papel clave
al momento que el periodista pone orden y escribe el texto de su información?
Carlos Marín: Antes que la conciencia,
la clave de todo es la solidez de la información. En el periodismo nos
ocupamos mucho más
de verosimilitudes que de verdades, porque la verdad es mútliple, variada
y desconfiable.
Alguna vez escuché decir a Carlos Payán que la verdad es siempre
sospechosa. Y es que hay verdades políticas, jurídicas, científicas
y dramáticas, como en el teatro, la televisión y el cine. También
hay verdades teológicas,
milagrosas y hasta esotéricas.
Hay quien toma como verdad que nos visitan marcianos en platillos voladores o
quienes confían en el horóscopo como una verdad.
La verdad de la que nos ocupamos los periodistas, y que al menos para mí es
una especie de gran obsesión, es la de tener conciencia de que eso que
transmitimos o dejamos impreso en el papel es quizá una aproximación
de lo que puede ser cierto, pero que no estoy seguro de que sea cierto. Es decir,
es verdad periodística en tanto la puedo demostrar.
La verdad periodística se sostiene por una grabación, un documento,
una película, un video o por testimonios, y con eso conseguimos darle
verosimilitud al relato. Pero de eso a que lo que contamos los periodistas sea
La Verdad (así, con mayúsculas), no
sólo lo dudo, desconfío.
Si en un momento el Presidente de la República dice que se pavimentaron
3,000 kilómetros de carreteras en un año, yo como periodista puedo
tener el documento, la grabación, testigos y el video de su dicho. Pero
a mí como periodista
me faltaría vida para corroborar si deveras fueron pavimentados 3,000
kilómetros de carreteras. Es decir, sería imposible que lo comprobara.
Y no se diga cuando hablamos de la deuda pública, de cifras de desempleo,
de la riqueza y la pobreza. La realidad es que no tenemos forma de verificarlo
más que de manera periodística.
La verdad periodística sí existe, pero muchas veces pueden ser
mentiras quizás transmitidas por las fuentes no seguras en las que se
basó el trabajo.
El mero propósito de no mentir, de tener la conciencia de trabajar en
forma derecha, ya te va limpiando.
Influye en el periodista también la formación personal. Tiene que
ver desde la leche que mamó de niño cada quien,
la escuela, las amistades, la formación familiar y de libros, el gusto
por el cine, el teatro y la música.
Todo esto te va dando un enfoque de la vida, del universo. Considera que todo
lo que trae el periodista consigo, lo transmite en un texto. Es imposible que
no sea así.
Los periodistas libres, como creo lo somos en Milenio, no podemos evitar convertirnos
en cada nota en algo así como diocecillos repentinos. Porque escojemos
el qué, a quién entrevistar, con qué documentos apoyar el
texto y con qué gráficas o con qué imágenes
darle la presentación. Añade que seleccionamos de la primera a
la última palabra, también la estructura
de la narración y recreamos lo que suponemos fue un hecho real, lo que
es ya demasiado subjetivo.
José Antonio Fernández: ¿Existe en la práctica
el periodismo objetivo?
Carlos Marín: No existe el periodismo objetivo
y me explico con un ejemplo. Verás que puedo con cierta facilidad inclinar
el juicio del lector, o al menos intentarlo. Ejemplifico con un ejercicio del
qué, quién, cómo, dónde, cuándo y por qué,
que es, esta última, la pregunta de la inteligencia de las cosas.
Supongo una noticia: el Papa, quién; murió, qué; ayer, cuándo;
en su residencia de Castengandolfo, dónde; mientras dormía, cómo;
y el por qué: a causa de una congestión alcohólica. Hasta
ahí no estoy emitiendo un juicio, la nota sólo responde las seis
preguntas periodísticas básicas.
Pero si en lugar de decir una congestión alcohólica, hubiera dicho:
por una indigestión que le provocó el
vino de consagrar, entonces tamizaría la nota o haría que la gente
se preguntara más cosas.
Y si de plano de entrada digo que el Papa murió a causa de una congestión
alcohólica, entonces ya estoy inclinando de entrada el criterio del lector.
Y si además le pongo juicios, pues es peor todavía.
José Antonio Fernández: ¿Cómo es que te decides a
ser periodista?
Carlos Marín: Mi abuelo Felipe y mi madre
Dolores me motivaron para que aprendiera a leer cuando tenía cuatro años.
Me enseñaron con el periódico El Sol de Puebla, que ya no es tan
malo ni tan reaccionario (era infame). Y aprendí también
leyendo poemas de Bécquer, Amado Nervo, Ramón de Campoamor y Manuel
Acuña. Mi madre, que tuvo once hijos, nos inscribió en primero
de primaria a los 5 años de edad. Inventó que la familia venía
de Chetumal y que los documentos no los tenía a la mano. Terminamos la
primaria a los once años.
Yo nací en la ciudad de Puebla. Cuando se burlan de mí -ya ves
que hay muchas bromas sobre los poblanos-, me da mucho gusto decir que es la única
ciudad en donde se ha dado una lucha digna y victoriosa por México, y
lo digo aunque yo no trabajo de patriota. Pero la Batalla de Puebla le dio sentido
a lo que se conoce como República
Mexicana.
Según yo, México es inconcebible sin la Batalla de Puebla y sin
la del 2 de abril, que fue cuando salieron los franceses.
Regreso a tu pregunta: a los trece años yo quería estudiar para
ingeniero petrolero, pero un día un amigo me invitó a
la fiesta de una de sus hermanas que se graduaba de periodista. Pregunté si
eso se podía estudiar. Me dijo que sí, que en la escuela Carlos
Septién García
se estudiaba Periodismo. Me llamó la atención porque desde los
4 años (a la fecha) nunca he dejado de leer periódicos. Era mi
ruta. Casi de inmediato no tuve dudas, me olvidé del petróleo y
fui a la Septién García que estaba en la calle de Durango. Hablo
de 1966. Me inscribí sin titubeo alguno. En 1968 estuve en el Consejo
Nacional de Huelga. No fui nadie, pero ahí estuve.
Para 1969 tuve la suerte de que la gente del periódico El Día fuera
a la escuela a hacernos una invitación para darnos un curso. Lo tomé y
terminé siendo contratado en El Día, lo que es para mí un
honor porque había muchos que ahí colaboraban y no les pagaban.
Yo sí cobré un sueldo cada quince días
durante tres años y medio. Era reportero de asuntos populares, así era
mi título. Aprendí a sacarle notas a boleros, invasores, organilleros.
El Día es medular para entender el 68. Su sección internacional,
dirigida por José Carreño Carlón, era muy sólida.
Mientras en El Universal y el Excélsior se hablaba de los rojos y de los
subversivos de América Latina, en El Día se les empezó a
llamar los rebeldes y los insurgentes, esto gracias a Carreño Carlón.
El periódico El Día dignificó la lucha de la izquierda en
los sesentas.
José Antonio Fernández: ¿Qué tan
importante es en tu vida la revista Proceso?
Carlos Marín: Antes de Proceso colaboré en el periódico
Excélsior, donde también estuve tres años y medio. Fui periodista
en Proceso durante 22 años.
José Antonio Fernández: ¿A quién le pides entrar
a al periódico Excélsior?
Carlos Marín: Un día me preguntó María Luisa la China
Mendoza a qué me estaba dedicando. Le respondí que a corregir tesis,
porque había dejado el periódico El Día. Me dijo: "no
seas pendejo, si tú eres periodista". Me animó para que fuera
a pedir trabajo al que entonces era "el mejor periódico de México".
Yo sabía que se refería a Excélsior. Le pregunté cómo
le haría para entrar. Y me dijo: "como los hombres, compadre. Vas,
te le plantas a Scherer y le dices que quieres trabajo. Punto". Seguí la
receta.
Para ir con Scherer se me ocurrió escribir una carta de veinte líneas,
que pensé sería como lanzarla al océano. Fui a Excélsior,
pregunté por él y me dijeron que Scherer no tardaba en llegar.
Di una vuelta a la librería
El Sótano donde compré el primer tomo de La Cristiada, que acababa
de salir.
Regresé a Excélsior, me senté en la sala de espera y de
pronto frente a mis ojos se cruzó una mano. Era la de Scherer. Me
invitó a su oficina. Empecé a hablar de mis intenciones y de inmediato
me mandó al carajo. Argumentó que en Excélsior había
mil y pico de cooperativistas y otras cosas más. Yo intentaba decir lo
que quería, pero no me dejaba. Lo interrumpí.
Cuando iba a sacar mi carta de la bolsa del saco, me dijo: "No, no, no.
No me ponga a leer. Mejor respóndame: ¿es usted chingón?
Pero piense bien lo que me va a contestar. ¿Es usted chingón, chingón,
chingón, chingón?". Le constesté algo
así como: "pues creo que eso es justamente lo que me ha causado algunos
problemas en la vida".
Después de escuchar mi respuesta, Scherer llamó a su oficina a
ese miserable de Díaz Redondo, que al tiempo lo traicionó. Le dio
mi carta. Díaz Redondo la leyó. Scherer le preguntó: ¿cómo
la ves? Le contestó el miserable que bien, y a partir del lunes entré a
Excélsior. Estuvé ahí tres años y medio.
Scherer me puso a trabajar en la segunda sección de Últimas Noticias,
en donde te hacías reportero o ibas a la calle. La dirigía el traidor
Regino Díaz Redondo.
José Antonio Fernández: Cuando sucede el golpe de Luis Echeverría
contra el periódico Excélsior, dirigido
por Scherer García, ¿comprendiste que era el Presidente contra
Scherer?
Carlos Marín: Sí, no había
la menor duda. Teníamos
muy investigado que el financiamiento de los golpistas venía del Presidente
de la Cámara de Diputados, que era
Carlos Sansores Pérez.
Comprendimos que sí era un golpe contra la prensa y contra la libertad
de expresión, pero no porque Echeverría
se propusiera sofocar la libertad de expresión en el país, cosa
de la que estoy seguro desde siempre. El golpe de Excélsior fue un lío
más bien de personalidades
entre Julio Scherer y Luis Echeverría. Y la consecuencia
fue un golpe a la libertad de prensa, sin duda.
José Antonio Fernández: ¿Quieres decir que a la distancia
ves el golpe a Excélsior más como un pleito personal entre Scherer
y Echeverría, que como un enfrentamiento de grandes dimensiones políticas
y sociales para acallar la libertad de expresión?
Carlos Marín: Esto lo cuenta bien Leñero
en el libro Los Periodistas. En ese tiempo, en el sexenio de Echeverría,
el comportamiento de Excélsior no le gustaba sobretodo
a la iniciativa privada. Luis Echeverría, el Presidente de México,
llegó con la oferta
de la apertura democrática y respaldó a su manera a Excélsior
contra el boicot de la iniciativa privada. Es decir, el gobierno cubrió en
beneficio de Excélsior la publicidad que la iniciativa privada había
retirado. Julio Scherer García y Díaz Redondo iban a la Lotería
Nacional por el dinero para pagar la nómina de Excélsior. Con ese
apoyo gubernamental en dinero, Echeverría pensó que tendría
un periódico adicto, pero Scherer es un periodista libre, más allá de
lo que se piense de sus juicios y perjuicios. Nunca tomó ese dinero como
un compromiso que lo ligara políticamente a Luis Echeverría Scherer
mantuvo en el Excélsior como colaboradores a Daniel Cosío Villegas,
a Gastón García Cantú y a algunos otros escritores más
que sostenían una crítica fuerte al echeverriato.
Los mensajes de la Presidencia eran que Scherer echara del periódico a
García Cantú, lo que Julio Scherer
no hizo, ni muerto. La consecuencia fue el golpe a Excélsior.
Lo reitero: yo no creo que haya habido un plan deliberado para acabar con la
libertad de expresión en México. No.
Salimos de Excélsior 200 personas, si se toman
en cuenta a Octavio Paz y su equipo. Al salir me tocó participar en la
fundación de la revista Proceso, que se ha vuelto una publicación
de quinta.
José Antonio Fernández: Ese pleito hizo pequeño a Luis Echeverría,
lo enlodó, y grandote a Julio Scherer, quien considero salió muy
bien librado del lío.
Te pregunto: ¿por qué en ese momento de tremenda adrenalina y jaloneo
te solidarizaste con Julio Scherer García?
Otros se quedaron.
Carlos Marín: El 8 de julio de 1976 vi
a muchos desconocidos y sombrerudos en el edificio de Excélsior. No tuve
duda de mi postura. Me constó la intromisión y el golpe al periódico.
Me fui por dignidad, porque yo no puedo dejar de ver a mis hijos a los ojos.
Leandro iba a cumplir casi dos años y Lula venía en camino. No
imaginé, siquiera, quedarme en Excélsior.
Como no considero que el periodismo sea un trabajo, si no hay donde hacer periodismo
es necesario dedicarse a otra cosa.
Nunca, desde el 69 que entre a El Día, he tenido que ejercer el periodismo
por necesidad. No es que no tenga necesidad económica, pero sé hacer
otras cosas. Podría pedir trabajo de patiño de algún comediante
o de un payaso. No tendría problemas para trabajar en otra cosa. Sé hacer
cosas de madera y tengo mi herramienta. No me agobia ni me importa la idea de
no tener trabajo. Es algo que nunca me ha importado.
No creo en los periodistas que lo son por la paga.
José Antonio Fernández: ¿Por qué dejas
Proceso?
Carlos Marín: Colaboré con Proceso
22 años
y medio. Al final, a Don Julio (Scherer) le salió algo muy desagradable.
Algo así como un espíritu
monárquico, de dedazo, y quiso tener un kleenex como director.
Lea más de lo que dijo Carlos
Marín
publicado en exclusiva por Canal100.com.mx
José Antonio Fernández: ¿A qué te refieres
al decir un kleenex?
Carlos Marín: Scherer quería como
director a un lacayo o algo por el estilo. Y jugó a que el equipo de
la Redacción
escogiera entre un muchacho que figurara como director y yo. Y entonces yo
le dije que no me prestaría a una elección. Imagínate
que yo jugara a las campañas y los votos para ser director de
Proceso, cuando yo no creo en la democracia, que por cierto reconozco
que es lo menos peor que se ha inventado.
Le dije a Scherer que Proceso no era un ejido, era una sociedad anónima.
Yo tenía una octava parte de la empresa, de una compañía
en la que nadie pusimos un quinto, ni el señor Scherer,
ni Leñero, ni Froylán López Narváez, ni yo
y menos los demás. Nadie. Le dije a Scherer: Proceso es una sociedad
anónima
y usted preside el Consejo de Administración. Si usted quiere
que sea este muchacho el director, pues nómbrelo.
No me presté al juego
de la elección,
la que por cierto ya tenían muy maizeada, a través de un tipo
que al tiempo traicionó también
a Scherer, que se apellida Ortíz Pinchetti (mismo que se pulverizó).
Ortíz Pinchetti había organizado una especie de sindicato en Proceso
con ¡8 reporteros! De ese tamaño era su sindicato. Uno de los sindicalizados
era el Secretario de Asunto Internacionales. No pudieron juntar 20 para hacer
su sindicato. Ese sindicato organizó la elección con el equipo
de Redacción, y entonces fue que de plano hablé con Scherer y me
rehusé a
participar en su elección.
Como no le entré al juego, decidí salirme de Proceso. Vi a Scherer
y le dije: Don Julio, a partir de este momento tomo vacaciones eternas. Tiempo
después le cedí mis acciones, sin pago alguno a cambio. Le dije
que pensaba que Proceso era Julio Scherer, que no era de nadie. Salimos Froylán
López Narváez y yo el 23 de marzo de 1999. Y nos acompañaron
por decisión propia otras 22 personas.
Proceso se volvió prensa que abomino. Ya hasta López Obrador
los regaña. Proceso es hoy de quinta porque es prensa canalla, carroñera.
Le inventó un playa a Fox, publicó un reportaje insidioso
para decir que Peña Nieto asesinó a su mujer y otros reportajes
por el estilo. Por fortuna les dije: ¡a chingar a su madre!
José Antonio Fernández: ¿Por qué sí estuviste
22 años en Proceso?
Carlos Marín: Porque durante
esos 22 años
hicimos periodismo de primera. Porque también, si hago un
esfuerzo de alejamiento, la reforma política en México
es inexplicable sin Proceso, y porque ahí pude
participar en la yema del huevo y publicar reportajes que con el
tiempo se volvieron de consulta. Te doy ejemplos: yo di a conocer
las primeras grabaciones de conversaciones interceptadas. Publicamos
sobre el caso un libro que se llamó Espionaje
político.
Di a conocer en el ochenta la existencia de la Brigada Blanca. También
di a conocer al informante anónimo del cuento de La Paca y
Chapa Bezanilla. En el noventa y siete, una semana tras otra di a
conocer cómo asesinaron
a Amado Carrillo. También di a conocer el testamento de Emilio
Azcárraga
Milmo. Y también di a conocer las relaciones entre el narco
y la Defensa. Y todos estos asuntos que te menciono los di a conocer
con documentos. Siempre respaldé todos
mis reportajes con documentos probatorios. Lo que yo publiqué en
Proceso del caso Colosio, en un par de ocasiones era puesto en el
Reforma como nota principal el lunes.
Cuando se produce la matanza de Acteal, a la semana siguiente publiqué el
plan militar del salinato para acabar con el movimiento zapatista. Y de ahí estraje
sólo lo que tenía que ver con paramilitares. El resto
de la información
se la regalé a Carlos Montemayor y él publico su libro.
Publiqué también
una entrevista con Becerra Acosta en la que me contó cómo
le dieron (Gobernación) uno o dos millones de dólares
a cambio del periódico Uno más
Uno. Trabajé la guerra en que se trenzaron las mafias de Nexos
y la revista Vuelta. Pude trabajar asuntos maravillosos. Hice los
primeros reportajes metafísicos.
También uno sobre la soberbia del Padre Pro a quien ya canonizaron,
y que según
mi reportaje no puede ser santo quien busca su salvación,
y ese cura quiso ser santo.
Todos mis reportajes, todos, fueron muy documentados. No hice ninguno
lírico,
por eso estar en Proceso 22 años valió mucho la pena.
En el 96 Scherer dejó Proceso y se fue junto con Leñero y Enrique
Maza, quien es su primo. Se fue con la idea de que la revista Proceso
se manejara con un consejo, idea que surge del pensamiento de que nadie sería
del tamaño
de Julio Scherer jamás. Pero en el 97 Scherer regresa y busca imponer
a quien hoy está de
director de Proceso, que es su títere. La lucha por el poder
en Proceso se prolongó hasta 1999.
José Antonio Fernández: ¿Con qué te quedas de
lo mejor de Scherer a lo largo de esos 22 años? ¿Qué es
lo mejor de Julio Scherer?
Carlos Marín: Aprendí muchas cosas
de Julio Scherer. Es un periodista al que un día Carlos Fuentes quiso elogiar
al decir que era El Zarco del Siglo XX. Entonces le pregunté a Don Julio: ¿qué siente
con este chingadazo? Me respondió: ¿por qué dices eso?
Porque El Zarco era periodista de estado y usted es un periodista libre.
Me quedo con el Scherer periodista, no con el Scherer
director, ni con el administrador de empresa. Me queda la gloria de un periodista
incorruptible e incorrupto, que tiene equivocaciones, como lo es esa inclinación
de seguir detentando el poder al que ya le había dicho adiós el
día
que anunció su
retiro. Y lo hace a través de un títere. Echó a perder Proceso.
Al poco tiempo terminaron hasta vendiendo el taller de impresión que con
tanto esfuerzo habíamos levantado.
También le aprendí a Vicente Leñero y a Froylán
López
Narváez, y quizá el señor Scherer también aprendió algunas
cosas de mí. Varias veces llegó a felicitarme, luego de largas
discusiones, por mi maldita terquedad. Creo que Scherer es una de esas personas
que se vuelve medular en la vida profesional de cualquiera. A Don Julio le
tengo un gran respeto y lo quiero mucho. Si nos vemos, nos abrazamos. A sus
hijos les tengo un cariño enorme. Con su esposa tuve un trato cuasifamiliar.
Fui durante quizás 18 años todos los fines de semana a casa
de Don Julio. Trabajé con él 26 años. Salí de
Proceso cuando yo ya había cumplido los 52. Por fortuna, cuando salí de
Proceso se me abrieron muchas puertas. Tuve 31 propuestas de trabajo, en
prensa, radio y televisión.
José Antonio Fernández: ¿Por qué invitación
te decides?
Carlos Marín: Por Milenio.
José Antonio Fernández: ¿Por qué le dices sí a
Milenio?
Carlos Marín: Porque tenía una
muy sólida y cariñosa
amistad con Raymundo Rivapalacio. Porque conocía a Ciro Gómez
Leyva, que era el editor del semanario Milenio, y porque me ofrecieron
de una manera muy cálida la oportunidad de trabajar en Milenio.
Mi puerta de entrada fue la revista Milenio.
Ciro Gómez Leyva me dijo que hiciera una columna. Yo me rehusé al
inicio porque creo que las columnas echan a perder el oficio periodístico,
sobretodo el oficio reporteril, que es lo mejor del periodismo. Me ofreció dos
planas. Medité qué haría con ellas y les puse como título
El asalto a la razón, una frase que tomé del filósofo húngaro
marxista Georg Lukács. La escribió al preguntarse que de dónde
los nazis tenían el delirio de invadir Polonia. Dijo que el nazi-fascismo
era un asalto a la razón. Ahora Al Gore sacó un libro también
con ese título.
José Antonio Fernández: Es un nombre muy complicado. ¿En
la práctica qué intentas decirle al lector con ese nombre?
Carlos Marín: Que en mi columna me
ocupo, y no sé si siempre lo consigo, de asuntos que atentan contra el sentido
común
o contra la inteligencia.
En mi primera colaboración en Milenio, escribí que el mundo se
está desinstitucionalizando y colgando de caudillos que frecuentemente
se comportan de acuerdo con lo que desayunaron o comieron. Obsérvalo
ahora: Obama, AMLO, Calderón, Hugo Chávez... las insituciones están
en demolición.
José Antonio Fernández: ¿En qué momento das el salto
a la dirección general de Milenio?
Carlos Marín: Yo entro en mayo de
1999 al Semanario. Raymundo Rivapalacio y yo hablamos entonces con ese
descocado que anda por ahí, que es Federico Arreola, y le propusimos
hacer un diario para la Ciudad de México. A la propuesta,
Francisco González, el dueño de Milenio (la revista, en ese tiempo),
respondió que
hiciéramos mejor un diario que se llamara Milenio. Lo lanzamos el primero
de enero del año 2000. Raymundo era el Director General Editorial
y yo el Director General Editorial Adjunto.
Rivapalacio deja Milenio en Septiembre del 2001, y yo asumo de entonces
a la fecha la Dirección General Editorial.
José Antonio Fernández: En muchos de los casos en los que renuncia
quien es jefe, quienes colaboran con ese jefe también renuncian. En este
caso no fue así. Rivapalacio se fue de Milenio y tú te quedaste. ¿Por
qué lo decidiste así?
Carlos Marín: Yo tenía muy claros
los motivos que tuvo Raymundo Rivapalacio para irse, y también los que
movían al Director Comercial
de ese tiempo, Abelardo Martín.
La cosa fue así: Federico Arreola
le planteó a Francisco González, el dueño, que la relación
de Rivapalacio y Francisco González y también la de Raymundo Rivapalacio
con el mismo Arreola, ya eran insostenibles por temperamentos. Le ofrecieron
a Rivapalacio la Dirección Internacional de Milenio con oficina en París,
Madrid, Nueva York o Santa Fé. La respuesta de Rivapalacio fue que lo
pensaría. Se reunió con algunos reporteros que él había
invitado a trabajar y decidió que renunciaba. Abelardo y yo le preguntamos
en corto qué quería que hiciéramos en ese momento. Le dijimos que
nos iríamos
también, pero su posición fue que nos quedáramos, porque
el problema era de temperamento entre él y Don Pancho y Arreola.
Nos quedamos en Milenio Abelardo Martín y yo porque efectivamente lo
de Rivapalacio (en Milenio) era un lío personal, de eso no me cabe la
menor duda. Rivapalacio ya no se despidió de mí cuando se fue
de Milenio. Anduvo diciendo que Martha Sahagún lo había echado del periódico,
lo que es absolutamente falso. Esto es fácil de corroborar en una
entrevista que el mismo Rivapalacio le hace tiempo después a
Marta Sahagún
para el periódico El Independiente, que el mismo Rivapalacio dirigía.
A lo largo de toda esa conversación, jamás le pregunta a
Marta Sahagún el por qué lo corrió de Milenio. Ahí la
tenía.
A mí me mantiene hoy en Milenio el respeto laboral y profesional que
nos tenemos Don Pancho González, dueño de Milenio, y yo.
José Antonio Fernández:
Milenio sin duda se hizo ya de un lugar destacado.
Carlos Marín: Yo hice la frase: Proceso,
lectura imprescindible. Es mía. Y también ahora la que promueve Milenio: periodismo con
carácter.
José Antonio Fernández: ¿A qué te refieres al decir:
periodismo con carácter?
Carlos Marín: Yo creo que las cosas
deben decirse con claridad, y en la prensa hay muchos comportamientos crítpticos, para ver quién
entiende. A mí me gusta que al pan se le diga pan y al vino, vino.
Aquí en
Milenio no hay dobles y triples juegos. Yo no puedo hacer trabajos que contravengan
los intereses de la radiodifusión y la prensa de una empresa que no
es mía, pero esta empresa entiende muy bien y su dueño también,
Don Pancho González, que lo mejor que puede hacer por sus medios es
dejarlos ser y que sean manejados por profesionales. La ingeniería por
un ingeniero, la televisión por un televisivo y la prensa por
un periodista. Tiene claridad y por eso es sólida su empresa.
Milenio tiene hoy 16 periódicos tanto de la empresa como de empresarios
asociados, en Yucatán, Tabasco, Veracruz, Puebla, Hidalgo, Guadalajara,
Tampico, Torreón, Monterrey, León, Vallarta, Tepic...
La consolidación
del proyecto Milenio es lanzar la señal televisiva de Milenio Televisión,
que además se puede ver vía internet en cualquier parte del
mundo.
La empresa Multimedios, a la que pertenece Milenio, tiene también más
de 40 estaciones de radio y 9 canales de televisión.
José Antonio Fernández: En el caso de Milenio Televisión,
me llama la atención que el proyecto valoró el trabajo periodístico
de sus colaboradores en prensa y sin titubear los puso en pantalla. Es decir,
no programaron en Milenio Televisión series de la BBC o de Discovery.
No les dio miedo y armaron un canal con sus propias figuras, y esa actitud
está marcando
la diferencia con muchos otros canales que han lanzado en los últimos
tiempos en la televisión de paga, los que por cierto no han tenido mayor
impacto en la audiencia. Yo observo que Milenio Televisión se está ganando
su lugar entre los espectadores.
Te pregunto: ¿crees que esa confianza que tú tienes, de jugártela
contigo mismo y con tu trabajo, la has contagiado en Milenio y de ahí que
al hacer Milenio Televisión no dudaron en lanzarse ustedes mismos,
todo el equipo, a la pantalla?
Carlos Marín: Es de ida y vuelta, porque
habrá partes de Ciro
Gómez Leyva, del dueño, Francisco González, y de muchos
más que se me peguen y que yo les pegue a ellos.
Lo que sí te puedo afirmar es que en Milenio se trabaja con un muy buen
clima interno. Yo aquí soy el Director, pero no soy censor ni tiro línea.
Aquí no hay más línea que hacer periodismo, y el periodismo
son historias. No me gusta cuando hacemos un periódico de declaraciones,
aunque a veces resulta inevitable. Me gusta el periodismo que hacemos con
historias.
Hemos tenido aciertos memorables, como Las Toallas de Fox. Acabamos de
publicar cómo subieron a Compranet los vehículos y casas del Servicio
de Seguridad Nacional. Dimos a conocer la semana pasada la existencia de un
grupo parapoliciaco que se dedica a perseguir, a veces a torturar y a veces
a ejecutar a secuestradores. Aquí nació el Comes y te vas, de
Fox a Castro. Es una crónica mía.
José Antonio Fernández: ¿Sigues
siendo reportero?
Carlos Marín: Sí, claro. Yo creo que es raro el día en
que no esté reporteando. Cuando dudo de alguna información,
salgo a reportear.
Debo decirte que para empezar soy escéptico hasta de lo que yo pienso.
Me gusta hacerle de abogado del diablo, de mí mismo, no se diga
de un reportero o de un editor. En Milenio casi nunca omitimos una fuente.
Yo no creo en ese periodismo cobarde muy gringo, que dice: fuentes bien
informadas que prefieren no ser mencionadas, nos dijeron que bla, bla,
bla...
José Antonio Fernández: ¿Pensaste
alguna vez que serías
estrella de televisión (y lo digo en serio)?
Carlos Marín: Lo que hago hoy es que
me escapo por los nervios y la broma. A mí no me interesa vivir el síndrome
de Luis Miguel, porque esto de la televisión es fugaz.
Aprendí de López Dóriga el juego del cristalito, y me
hizo saber que esto de la televisión es fugaz. Los periodistas no
lo somos para siempre, estamos a prueba en cada nota, en cada reportaje,
en cada entrevista, en cada texto que escribimos, en cada pie de foto.
En el caso de la televisión tengo muy presente que el
cristal es muyfrágil, reitero lo me lo dijo así un día
Joaquín
López
Dóriga. Y es cierto.
El que se la cree en el periodismo, o es muy pendejo o va a fracasar.
José Antonio Fernández: ¿Quién
te invita a Tercer Grado?
Carlos Marín: Leopoldo Gómez me
platica un día la idea
y me invita. Me dice que si no es conmigo, no ve cómo. Yo, por supuesto,
acepto.
En Tercer Grado voy a conversar con un grupo de colegas. No me interesa
ni medio gramo si lo que digo es una estupidez, o digo una pendejada o
si estoy equivocado. Digo auténticamtne lo que quiero decir o lo que me sale
decir en ese momento. Yo necesito tiempo para armar lo que quiero decir, y
entiendo que la velocidad de la televisión exige otra rapidez. Pienso
que las palabras en los medios electrónicos se las lleva el viento.
José Antonio Fernández:
Aclaro al lector que inevitablemente le dije a Marín que se sentaba con sus
enemigos, no con sus compañeros.
57 respuestas más de Carlos Marín:
1. Cuando me saludan
en la calle porque me vieron en televisión, contesto
el saludo con mortificación.
2. Di clases cinco años en la Universidad
Internacional de Florida, 19 en la Universidad Iberoamericana y 5 en los Talleres
de Extensión
Universitaria de la UNAM. Tengo un libro que es un Manual de Periodismo, que
me empujó Scherer a escribir.
3. Pienso que los periodistas, en el mejor de
los casos, somos chismosos ilustrados. Sí veo nuestro trabajo como una
gran cosa, pero no tanto como lo ven algunos colegas.
4. No sé de nada que se haya resuelto
porque lo publica un periodista, de nada.
5. El quehacer periodístico sirve para
la toma de decisiones, para que la gente tenga más o menos idea de qué está ocurriendo
en su mundo o en mundos ajenos. Sirve el periodisnmo para que las personas
saquen sus propias conclusiones. No me gusta decirle a la gente lo que debe
pensar, sino darle elementos para que razone. Y es que a mí tampoco
me gusta que me digan lo que debo pensar, me gusta que me den elementos para
que yo saque mis propios juicios. Sirve el periodismo para la toma de decisiones
económicas, políticas, sociales, religiosas...
6. El periodismo transmite lo que pocos saben
a los muchos que lo ignoran.
7. Incide el periodismo en la toma de decisiones
y en la participación
social. Para mí el mejor periodismo es el que llega a los hombres y
mujeres que participan en los movimientos que le dan agenda o sentido al país,
y en los jerifaltes de la iniciativa privada o del gobierno que toman decisiones.
Si lo que yo hago inside en algo en la gente que participa o en quien decide,
ahí se acaba mi papel.
8. Pongo un ejemplo: yo puedo dar información
sobre el narcotráfico,
pero mi trabajo no es acabar con los narcos. Mi chamba no es terminar con la
corrupción ni hacer elecciones limpias, como tampoco lo es educar al
pueblo, porque para eso sería yo profesor. Mi tarea es la de un reportero,
de un periodista, que debe difundir información y opiniones para que
los tomadores de decisiones hagan su chamba.
9. Nunca me he cerrado a hablar con nadie. He
recibido y conversado igual con narcotraficantes, como Caro Quintero, que con
los Legionarios de Cristo y con cualquier persona dedicada a cualquier cosa.
10. A Emilio Azcárraga Jean lo conocí en
sus estudios de San Ángel,
recién había muerto su padre. Llevé ese día a Carlos
Puig con Miguel Alemán para que lo entrevistara. A Miguel Alemán yo
lo he entrevistado en cuatro ocasiones.
11. Televisa tiene sus partes pinches y también maravillosas. En Televisa
estuvo Octavio Paz. Están Elenita Poniatowska y Carlos Monsiváis.
Yo pienso por mí, no creo en los acuerdos de camarillas, facciones o
mafias.
12. Scherer nos platicó a Vicente Leñero
y a mí que Miguel
Alemán le había propuesto producir una serie de televisión
que se llamaría El México de Julio Scherer. No aceptó.
Leñero de inmediato mostró su desacuerdo. Scherer se preguntó en
voz alta: ¿y si digo pendejadas? Leñero respondió: Pues
la quitas.
13. Mi aportación a la televisión
es el equivalente de lo que cualquier persona puede conversar en
su casa con alguien que está más
que medianamente enterado. Yo vivo de la información. Es difícil
que no sepa de algo, que me sorprendan. Vivo de la información, con
la información y para la información.
14. En televisión aparezco tal cual soy, no inventé un personaje
de mi mismo para salir en televisión.
15. Cuando veo que la cosa se pone medio mamona
en Tercer Grado o en mis entrevistas de Milenio, procuro romper esa amenaza con
algo de pimienta.
16. Sí sé que puedo llegar a sacar de quicio a mis entrevistados
y también a mis compañeros de programa (en Tercer Grado), pero
no lo planeo, me sale natural.
17. Y también sé que puedo sacar
de quicio al público. Es
de familia. Tengo hermanos que me sacan de quicio y yo a ellos. Y sacábamos
de quicio a mi madre o a mi padre, y ellos a nosotros. Es de familia. Así estoy
hecho. Yo soy así, no hay otro.
18. Un día con un colaborador tuve la siguiente
conversación:
señor Marín, ¿me puede dar vacaciones? Le respondí:
No soy agente de viajes. Entonces me dijo: es que mi mujer va a dar a la luz.
Y le respondí: ella dando a luz y tú acostadote en la playa. Me
dijo: deme 15 días. Le respondí para cerrar: tómate 15 fines
de semana y no me estés chingando. Por supuesto le autorice sus vacaciones
de 15 días.
19. Te lo reitero: no me propongo sacar de quicio
a nadie, creo en la lógica
llana.
20. Como pensaban en la lógica parisina
del 68: si existe Dios, seguro es de izquierda.
21. No creo en la izquierda fundamentalista porque
me parece muy emparentada con el fascismo. Sólo estudia el caso de Mussolini:
una falsa izquierda que utiliza al lumpen con promesas populistas para llevarlos
más bien
a un conservadurismo caciquil.
22. Creo en la izquierda racional, estilo España,
Chile y el Brasil de Lula Da Silva.
23. No creo que sea de izquierda el régimen del exadmirado Fidel Castro.
Tampoco creo que sean de izquierda Hugo Chávez y Andrés Manuel
López Obrador.
24. Creo en la izquierda de lo posible.
25. La sociedad mexicana está en deuda
con muchos millones de muy amolados, como los triquis que viven en la Sierra
de Juárez y que no conocen los
billetes de veinte pesos y jamás han comido una galleta. Yo estuve ahí.
Esas son chingaderas.
26. Creo en la fortaleza que puede dar la sociedad mexicana para salir
de los actuales y otros problemas.
27. Creo también que la corrupción es una condición intrínseca
de la idiosincracia mexicana. Hay capas amplias de la sociedad que han sido educadas
en prácticas corruptas. Yo me aprecio de jamás haber dado ni diez
pesos a un policía. Nunca. No creo en el charolazo y no me estaciono jamás
en doble fila. Tengo licencia y tarjeta de circulación y pago mis impuestos.
28. Prácticamente desde 1977 no he utilizado
mi credencial de periodista para nada.
29. Cuando llamo por teléfono preguntando
por alguien y me preguntan quién
soy, respondo que Carlos Marín. Y si la secretaria me pregunta si soy
señor o qué soy, le respondo que si fuera señora me llamaría
Carlota.
30. No siento identificación por
el PRI, pero sin el PRI no te explicarías ni a Agustín Lara ni
a Monsiváis. Ni a Pedro Vargas ni a los antros en México. El PRI
gobernó por más de 70 años. Imagínate lo que impregnó a
la cultura nacional. Y antes el profiriato y antes la colonia.
31. Desprecio la política. A mí no me interesa la política.
Fui cocinado en la Revolución Cubana, en el Sandinismo, en los tiempos
en los que Rusia ganaba a Estados Unidos la carrera espacial. En el 70 estuve
en un triz de entrar a una agrupación guerrillera.
32. Yo tengo una obsesión por el dos y dos son cuatro. Lenin se pasó de
lanza cuando inventó la pendejada de la dictadura del proletariado. Y
te digo: no acepto ni aceptaré ni la dictadura ni la dictablanda.
33. Es fácil detectar a los del PRD que le sirven
a la derecha. El movimiento de AMLO no es de izquierda, y quien lo crea, pues
que estudie.
34. El país sin duda ha avanzado. Todo pasado
fue peor. Imagina el mundo sin aspirinas, sin condones y sin posibilidad de que
las mujeres gobiernen su cuerpo.
35. Hasta los más hijos de la chingada
que han estado en el poder creen que hacen algo que vale la
pena. Hay que recordar al hijo de la chingada de Hitler que inventó el
Volkswagen. Hasta ese loco, homicida y miserable algo hizo. Todos tratan de hacer
algo.
36. AMLO perdió en el 2006 por soberbio.
No supo perder. Tuvo todo para ganar.
37. No tengo la menor duda de que AMLO perdió la elección del 2006
por ese porcentaje mínimo.
38. Procuro no tener fobias personales. La información
en mi chamba viene regularmente de las personas más desagradables o del
mundo de los malos.
39. Leopoldo Gómez es un
tipo a toda madre. Le tengo un cariño
real. Es muy respetuoso. Jamás nadie en Televisa, y tengo el gusto
de tratar desde con el dueño hasta con los principales vicepresidentes
-Bernardo Gómez, Angoitia y Bastón para abajo-, y nunca nadie
me ha dicho qué decir y qué no decir.
40. Con gusto me siento con mis compañeros de
Tercer Grado, de los que he aprendido.
41. Bernardo Gómez es de una inteligencia especial.
Es un perro de presa que está siempre sobre las cosas más importantes
para su empresa y para el país. Siempre con la mejor información
y con el afán
de averiguar y centrar las estrategias de las tareas que tiene encomendadas.
Es un tipo que nunca está quieto. Es un gran melómano y excelente
fotógrafo. Es un gozoso de los viajes y de las nuevas experiencias que
dejan, tanto él como su maravillosa familia.
42. Yo respeto a las personas, no sé de abstracciones de respetar al
gobierno o a la televisión.
43. Esa frase idiota que dice: respeto tu criterio,
es lo menos que puedo respetar. Yo respeto a las personas, aunque piensen distinto
de mí. Pero imagínate
respetar el criterio de un narcotraficante o de un asesino.
44. Peña Nieto está entre las cartas
del PRI para postularlo a candidato a la Presidencia. No sé si vaya
a ser Presidente de México.
45. Felipe Calderón es un Presidente de mecha
corta (que se enoja con facilidad), pero que por fortuna no es un clásico
panista. Es gente decente, demócrata y franco, a riesgo de equivocarse.
Es lo que me gusta de él. No me gusta que arrastra un problema endémico
de los panistas, que no tienen en todas las áreas a los mejores expertos
y se les van muchas bolas por no saber batear. Calderón es mucho más
apto que Fox.
46. Mario Aburto Martínez mató a Luis
Donaldo Colosio, nadie más.
Es el asesino solitario. El crimen de Colosio ha sido mejor estudiado que Miguel
Hidalgo y Costilla. Mis reportajes sobre el caso fueron profundos. Aburto aceptó tres
veces que asesinó a
Colosio. Una de las grandes porquerías que se han hecho en el periodismo,
fue la invención de que existieron cuatro aburtos. Y hubo mucho periodistas
que se colgaron de la invención del segundo tirador. Aburto tiene la
habilidad de cambiar sus versiones. En Proceso yo di a conocer el video en
el que él mismo cuenta cómo mató a Colosio.
47. La autopsia de Colosio yo la tuve a la semana del asesinato.
48. Vicente Fox no fue un Presidente terriblemente malo.
Fox era un granjero cultivador de brócoli,
que también
estaba asociado en una fábrica
de botas con su familia. Ese ranchero hizo del PAN un partido contendiente
de a deveras por la Presidencia. El PAN antes de Fox no era de grandes ligas,
es decir, no disputaba la Presidencia. Fox tiene el mérito suficiente
para que yo no sea uno de sus linchadores: sacó al PRI de Los Pinos, ¿quién
lo iba a imaginar? Después de esa hazaña de un ranchero con botas
que le chifla a su mujer como si fuera yegua y que ella llega como trotando
y la carga, tú crees que yo quiero que además ese agricultor
sea Winston Churchill. No. Fox tiene un mérito mayor. Mi juicio sobre
Fox es benigno, lo extraño. Y sus dislates eran sublimes.
49. Marta Sahagún cometió el gran error
de haber soñado
con suceder a su marido en la Presidencia, y lo vienen pagando públicamente
su marido y sus dos familias. Sí lo soñó, sí se
pensó candidata a la Presidencia, trabajó en función de
eso y yo sí le pude decir que me parecía abominable su idea.
Me respondió que no lo era, porque ya había
averiguado que no era el Presidente saliente el que entregaba la banda, sino
el Presidente del Congreso de quien la recibiría.
A lo que contesté que me parecía peor. Habría sido ridículo.
50. Marta Sahagún no tuvo tanto poder en el sexenio de Fox como se dice.
No tuvo más poder que Fox, es una barbaridad quien lo piense así.
El poder no se comparte, es unipersonal.
51. Carlos Salinas de Gortari encarna a Luzbel, a Bin
Laden y al Mochaorejas en una sóla persona. Yo creo que lo único
que refleja esta encarnación
fantasiosa de amplias capas de la población, es por una parte
miserable que tiene una parte de la sociedad mexicana. Esa parte miserable
supone que de los males hay un sólo responsable y que al mismo tiempo
necesitamos un salvador, un redentor. Es la simplificación del mundo
que cree que hay un bueno y un malo que determinan mi destino. Si yo asumiera
esa historia, sería admitir que soy un inútil. No creo ni de
lejos en los complots que se le cuelgan a Carlos Salinas. Ahora se dice que
él manipuló a todo el PRI y a toda la familia de Miguel de la
Madrid. ¿Será así o
será la conveniencia de todos?
52. Lo que me parece insólito es que su familia
haya dejado sólo
a Miguel de la Madrid. La familia es la nota (periodística).
53. Digna Ochoa se suicidó, no tengas la menor
duda. No creo en tal crimen de estado.
54. Nadie pudo planear lo que sucedió en la discoteca News Divine. No
hubo una conspiración.
55. La entrevista de Carmen Aristegui me parece una
revelación periodística
de lo que Miguel de la Madrid piensa de Salinas.
56. Como Director de Milenio, no debo callar una información
periodística.
Lo que sea periodístico va, sea cual sea la consecuencia. No trabajo
de patriota, no trabajo ni en la Defensa, ni en el CISEN, ni en Gobernación.
Si alguna información daña la imagen de México, no es
mi responsabilidad. Como periodista mi responsabilidad es dar a conocer la
información, la que no necesariamente es importante.
57. Si un médico tiene a Hugo Chávez en terapia intensiva y le
dobla el tubo de respiración, podrá ser buen demócrata
pero como médico es un fraude.
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