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Por José Antonio Fernández F.
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Joaquín López-Dóriga fue Director
de Noticias de Canal 13 cuando tenía 28 años. Antes, en 1968,
entró a colaborar
en el periódico El Heraldo de México como asistente de la redacción.
López-Dóriga estuvo en la Plaza de las Tres Culturas la sangrienta
Noche de Tlatelolco. Poco ha escrito y dicho sobre eso. A la pregunta de por
qué no ha dado a conocer
la historia que vivió, responde que les deja ese privilegio, el de la
imaginación, a los que no estuvieron ahí pero que mucho han escrito
sobre lo sucedido. Entonces López-Dóriga tenía 20 años.
El 7 de septiembre de 1970, López-Dóriga había sido enviado
a Copenhague por el periódico El Heraldo para cubrir la asamblea del
Fondo Monetario y del Banco Mundial. Ese mismo día, Jacobo Zabludovsky
iniciaba el noticiario 24 Horas. Zabludovsky le pidió que le enviara
información para televisión. López-Dóriga pidió permiso
para hacerlo. Cubrió el suceso y envió información sobre
las manifestaciones de protesta de los estudiantes por la presencia del norteamericano
Robert Mc Namara. Cuando López-Dóriga regresó a México,
Zabludovsky lo invitó a que colaborara en 24 Horas. Lo hizo durante
ocho años.
En 1978 fue nombrado Director de Noticias de Canal 13, por invitación
del Presidente López Portillo (en un trato hablado en el que participaron
Emilio Azcárraga Milmo y Rodolfo Landeros, hombre de confianza de López
Portillo). En 1981 dejó Canal 13 porque lo despidió Margarita
López Portillo. Dice que al respecto circulan dos rumores: uno, que
fue por dineros, pero López-Dóriga afirma categórico que
esa razón no puede ser porque no manejaba dineros. Y el otro rumor dice
que su despido obedeció a que él no era parte del grupo con el
que Margarita jugaba la sucesión. Versiones delicadas.
Tanta historia tiene por contar Joaquín López-Dóriga,
que siempre nos parece escueto. Hoy publica en El Heraldo de México,
conduce un noticiario diario en la radio en el 970, que se difunde en 52 estaciones
de todo el país.
JOSE ANTONIO FERNANDEZ: ¿Qué significa para tí el
nombre de Jacobo Zabludovsky?
JOAQUIN LOPEZ-DORIGA: Es el que nos enseñó a todos nosotros
a trabajar periodismo en televisión. Sin Jacobo, en este momento no
podrías
entender los noticiarios de hoy. Él fue quien abrió las puertas
a los reporteros. Las abrió y nos enseñó. Jacobo enseñaba
todos los días.
J.A.F.: ¿Cómo enseñaba?
J.L.D.: Jacobo tiene métodos sencillos. Cuando llegabas con él
y le decías que traías una nota importante, salía a la
redacción y le preguntaba a cualquiera: ¿oye, tú conoces
a fulano? Y cuando le respondían que no, te decía: esto no es
tan importante.
Él nos enseñó a trabajar las notas de televisión,
a no machucar, esto es, a no ofender a la gente.
Recuerdo que alguna vez un reportero joven se puso muy flamenco con un hombre
muy mayor, y Jacobo se opuso a ese mal trato. Es un enemigo de los lugares
comunes, y todos los días nos enseñaba a no usarlos. A diario
aprendíamos algo de él.
J.A.F.: Cuando (en tiempos de López Portillo) estuviste al frente del
noticiario 7 Días de Canal 13 pusiste en aprietos el rating de Zabludovsky.
Esa fue la primera vez que alguien se enfrentó a 24 Horas. ¿Cómo
estructuraste aquel noticiario?
J.L.D.: Lo hice como muchas veces Jacobo y yo platicamos que debía hacerse
un noticiario, así lo hice. Quizá por el tiempo y por la empresa él
no podía producirlo así.
Yo le di relevancia a los reporteros. Ellos traían a diario notas. Y
también le di importancia y crédito, por primera vez en la televisión
mexicana, a
los camarógrafos.
J.A.F.: ¿Qué significa
eso de darle importancia a los reporteros?
J.L.D.: Quiere decir que, primero que nada, debe gustarte esto como loco. Cuando
me despierto estoy pensando en esto y cuando me duermo estoy pensando en
esto. Y si sueño, lo hago con esto que es mi oficio de reportero.
Este oficio es obsesivo, así es.
J.A.F.: ¿Qué esperas
de un reportero?
J.L.D.: Espero información.
Para empezar yo soy reportero, casi no hago análisis. Pienso que la
gente está harta de los análisis, quiere más hechos. La
información no deja que te oxides. El público quiere saber que
pasó en tal día, a tal hora, en qué lugar y quiénes
se reunieron. Casi no doy información internacional. Pienso que a la
gente le importa poco lo que pasa en Corea. A nosotros nos interesa más
lo que sucede aquí.
Fue importante la independencia de Hong Kong, pero aquí en esa misma
semana murió Fidel Velázquez y estábamos a días
de las elecciones. ¿De qué quería hablar la gente? ¡Quería
saber lo que pasaba aquí! Tú me dirás que hay que encontrar
el justo medio, pero yo no creo en el justo medio.
J.A.F.: ¿Dónde dejas a la opinión, tan de moda en muchos
conductores y periodistas en los últimos tiempos?
J.L.D.: La opinión es importante cuando se apoya en hechos. Yo no trato
de convencer a nadie. En un programa de noticias, la noticia es la estrella.
En la medida en que uno se sube al protagonismo está muerto.
Un caso: yo di a conocer las fotografías en las que se ve al Señor
de los Cielos en Jerusalén. El defensor de Gutiérrez Rebollo
dice que ese viaje fue en 1996, pero eso es mentira. Yo tuve acceso a los pasaportes
y está el sello del aeropuerto Ben Gurión cancelado el 27 del
7 de 1995, lo que indica que la relación la tienen, por lo menos, desde
1995.
Vuelvo a la respuesta: en la medida en que la opinión está basada
en hechos, para mí es mucho más consistente.
El protagonismo de la opinión sin que estés basado en hechos
puede durarte un ratito, pero eso se cae con el día a día.
J.A.F.: ¿Por qué hoy hay tanta opinión? Me refiero a
esa opinión que no se basa en hechos, sino a quienes opinan a la menor
provocación, sin importar el tema.
J.L.D.: Hay opiniones muy válidas, serias y sensatas. En esto que llamamos
hoy pluralidad, hay de todo. ¡Y qué bueno porque la gente pone
a cada quien en su lugar!
El que haya mucho permite que la gente elija. Lo único que uno no puede
pretender es engañar al público, porque hoy la gente sabe mucho.
El peor pecado que hoy puede cometerse es el de la soberbia, que es el de subestimar
a la gente. Subestimar es despreciar, es el momento en que piensas que te subes
al púlpito y también en el que estás a punto de la locura
con el yo, yo y yo.
Pienso que hay que partir del supuesto de que la gente es más inteligente
que yo, y que registra cosas que muchísimas veces ni siquiera me percato.
Tengo un gran respeto por el público.
J.A.F.: ¿Qué pasó por tu mente el día que quedaste
fuera de Canal 13? Estabas fuera de un proyecto muy importante hecho cerca
del poder, armado por tí y del que eras cabeza. ¿Hay día
siguiente cuándo pasa eso o no?
J.L.D.: Tienes que hacer tu propio día siguiente. Eso sucedió el
sábado 5 de septiembre de 1981. Y tienes que hacer tu propio día
siguiente porque si no te arrastra la circunstancia. Eso es como cuando a una
persona le da un shock eléctrico y el médico le dice: no cierre
los ojos y camine, porque de otra forma se muere. Pues aquí es igual,
si te quedas quieto te mueres.
J.A.F.: ¿Cómo reconstruyes tu proyecto periodístico
en ese momento?
J.L.D.: No reconstruyes, sino construyes otro. Primero tienes que construir
tu proyecto personal y luego derivas de ese lo demás. Vas avanzando
y te lleva tiempo. Pero tienes una gran ventaja: después de un golpe
así, sabes quién es quién. Ya no te cuentan. Eso es un
enorme tesoro. Es una enorme ventaja secreta, porque muchos ni el teléfono
te contestan.
J.A.F.: ¿Y ahí qué sientes?
J.L.D.: Ahí o nadas o te ahogas.
J.A.F.: ¿Te llevó tiempo tomar vuelo otra
vez?
J.L.D.: Sí me llevó. Pero me sucedió lo que le pasa a
los toreros, que llega el momento en el que dices: aquí no ha pasado
nada, aunque haya pasado todo.
J.A.F.: La televisión tiene
un gran encanto para quien logra ser famoso gracias a ella. Da poder, y no
lo digo en el mal sentido.
J.L.D.: La televisión implica un terrible desgaste ante el público.
Hace poco Televisa sacó la lista de los programas más vistos,
y entre esos cien no había ningún programa de noticias. Fue sorprendente
ver el listado porque el noticiario 24 Horas siempre estuvo entre los tres
o los diez más vistos. ¿Qué significa esto? Que el desgaste
es total. ¿Vale la pena desgastarse así?
(En el caso de Jacobo Zabludovsky, el 5 de septiembre de 1997 cumplió 28
años de estar al aire con 24 Horas).
J.A.F.: De un año para acá estás en prensa, radio y televisión. ¿Es
un momento de plenitud profesional? ¿Te sientes así?
J.L.D.: Me siento muy bien. No peco de vanidoso, pero siento que estoy en mi
mejor momento en todos sentidos: en lo personal, en lo profesional y en lo
familiar. Cumplí 50 años y no me dejé arrastrar por nada.
J.A.F.: Tengo entendido que estuviste enfermo.
J.L.D.: Me dieron quimioterapia once meses por cáncer en el colon y
aquí estoy. Cuando te dicen que tienes cáncer es terrible. Le
pregunté al doctor si tenía arreglo o no, me dijo que sí y
me recuperé. Ya no lo tengo.
J.A.F.: Aclaro que no quiero que
mal entiendas esta pregunta: pero luego de esas complicadas salidas de Canal
13, ¿hoy López-Dóriga
se la juega profesionalmente con López-Dóriga primero y después
con las instituciones o las empresas?
J.L.D.: Cuando estoy en la radio, con la radio; cuando estoy en la televisión,
con la televisión. Yo no miro para otro periódico, ni para otra
estación de radio ni para otra televisora.
J.A.F.: Hoy tú eres la figura y así te publicitan las empresas
para las que trabajas, en particular la radio y la televisión.
J.L.D.: Lo soy en la medida que tenga información. Mi personalidad sin
información se acaba, eso lo tengo muy claro, por eso me rompo el alma
todos los días en busca de información.
J.A.F.: Quiero alargar la respuesta.
No es mi intención halagarte,
pero tu noticiario en radio se llama López Dóriga, y en televisión
también es López-Dóriga. La gente te busca a tí y
no a las estaciones con las que trabajas.
J.L.D.: Tengo muy claro (por lo que he pasado) que, en primer lugar, este oficio
es de equipaje muy ligero. Y, en segundo lugar, sé que puedo ser bueno
o malo en relación directa a lo que piense la gente sobre un tema específico.
Si alguien está de acuerdo con lo que digo, entonces soy bueno, pero
si no están de acuerdo, no lo soy.
Por eso prefiero basarme en los hechos y creo en la lealtad. Gabriel Alarcón,
Rogerio Azcárraga y Pedro Ferríz me tendieron la mano cuando
no tenía empleo.
Yo trabajo todos los días. En esta oficina estoy hasta los domingos.
Aquí no hay relojes.
J.A.F.: ¿Visitas, ves documentos, desayunas, comes con gente para obtener
información en forma directa?
J.L.D.: Para obtener información procuro no ir ni a desayunos ni a comidas.
Eso es otra cuestión muy íntima. Voy a sus oficinas. A mí no
se me caen los anillos por ir a verlos. Voy a trabajar. Voy a los lugares de
los hechos. El otro día me invitaron a ver una documentación.
Me advirtieron que me dejarían ver, pero que no podría tomar
apuntes ni fotografías, y fui a ver.
Yo tengo con ver y ese trabajo lo hago solo.
J.A.F.: Esa soledad te permite mantener
distancia con el poder. Porque estar cerca de los poderosos siempre da algo.
De hecho, la mayoría de la gente
no está cerca del poder. ¿Cuántos van a las giras presidenciales,
a cenas y reuniones de alto nivel?
J.L.D.: A cenas yo no voy, y a las giras asisto porque me envía El Heraldo
de México.
Al primer Presidente que traté fue a Echeverría... y vas aprendiendo.
Yo a los Presidentes les hablo de usted, para que no se les olvide que son
Presidentes. Es como a los curas, que aunque no voy a misa no puedo hablarles
de tú. Un Presidente no puede tener amigos.
J.A.F.: Pero sí tienen amigos al final de cuentas, ¿o
no?
J.L.D.: Eso lo saben ellos cuando dejan de ser presidentes.
J.A.F.: ¿Tener relaciones
a esas alturas, como reportero, dan mareos? El que el vecino, el amigo, el
familiar sepa que te vas a la gira con el Presidente...
J.L.D.: Hoy, a mí no. Al principio sí, inevitablemente. Por supuesto
altera, te puede hasta enloquecer. A mí no me enloqueció. Lo
importante es que te altere joven, porque después...
J.A.F.: ¿Cómo te altera?
J.L.D.: Te lo crees, crees que eres tú y no tu periódico. Lo
importante es que eso ocurra y te decepcione muy joven para que no te pase
de viejo. Porque cuando te pasa después son unos irigotes que para qué te
cuento.
Yo voy a las giras y viajo en el avión de prensa con mis compañeros
reporteros. Hago mi nota muy bien (sin vanidades), la escribo, la reviso y
trato de que aquello que hago sea distinto, no sólo de los demás
sino de lo que yo mismo hice ayer.
J.A.F.: ¿Qué pasa con
el medio del círculo del poder
que te conoce, cuando de nuevo López-Dóriga entra a la televisión
y de inmediato lo hace con peso invitando al set a personalidades de primer
nivel del mundo de la política?
J.L.D.: Eso de los círculos del poder ya no lo tomo como un registro.
Yo no soy hombre de rencores. Una cosa es cómo escribo en la columna
del periódico y otra diferente cómo entrevisto en televisión.
No voy a llevar a nadie a la televisión a pasarle facturas (facturas
en sentido profesional).
Te pongo el caso de Porfirio Muñoz Ledo: a él lo acabo de entrevistar
para el programa, y Porfirio y yo dejamos de hablarnos en 1975 (es una historia
muy larga).
J.A.F.: ¿Qué pasó?
J.L.D.: Porfirio se sintió ofendido porque cuando arrancó la
campaña de López Portillo en Querétaro se sintió excluido
de la información, y me fue a acusar con el Presidente Echeverría,
diciendo que yo estaba provocando, incluso, un enfrentamiento entre el Presidente
y el Candidato. La cosa llegó a extremos desagradables hasta de sanciones
a la empresa.
Emilio Azcárraga se fajó bien, y me envió a España
a cubrir desde el primer estornudo de Franco hasta que lo enterramos la madrugada
del 20 de noviembre del 75. Ahora que invité a Porfirio al programa
me mandó decir que estaba preocupado. Le respondí que no se preocupara,
que yo no lo invitaba a la entrevista para desquitar nada. Y la entrevista
salió muy bien.
J.A.F.: Mucha gente pudiera pensar
que llevas una relación estrecha
con ese tipo de invitados.
J.L.D.: Te puedo decir que en año y medio de programa nunca he ido ni
a desayunar, ni a comer ni a cenar con ningún invitado ni antes ni después
de la entrevista. Ya salí mucho de noche. Termina la entrevista y se
acabó. Voy por la siguiente.
J.A.F.: ¿No hay mayor relación?
J.L.D.: Sí necesitas estar relacionado, pero la relación no implica
la intimidad.
J.A.F.: Llevas en el primer plano
del periodismo muchísimos años.
Quizá la pregunta es obvia, ¿crees que el país cambia?
J.L.D.: Claro que cambia, y el que diga lo contrario que se lo pregunte a los
priistas de la ciudad de México.
J.A.F.: ¿Existe también el cambio en el periodismo que se hace
hoy en México?
J.L.D.: Sí, sin duda. Creo que todos, o al menos yo he tenido que aprender
a ser más tolerante. A actuar más con la razón que con
el hígado. Por ejemplo, Carlos Castillo Peraza y yo tuvimos unas discusiones
terribles al aire, y no nos hablábamos. Un día tuve que entrevistarlo
y lo entrevisté. Me sentí obligado y le dije: conmigo no tenga
ninguna reserva, aquí no ha pasado nada. Castillo me respondió que
lo importante era que sí habían pasado cosas, y que me agradecía
que le hiciera la aclaración. Ambas actitudes, la de él y la
mía, me indican que esto ha cambiado. Antes, ni él me hubiera
hablado ni yo le hubiera contestado.
Hoy existe una mayor tolerancia de todos. Y con la mayor tolerancia hay mayor
respeto, y en ese campo de la tolerancia y el respeto están los hechos.
Todavía tenemos terreno por andar. Tenemos que superar aún, el
asunto de la descalificación.
• La entrevista la realicé a fines de 1997.
Joaquín López-Dóriga continúa escribiendo en El
Heraldo de México y
conduce cada tarde con mucho éxito de auditorio el noticiario de radio
Fórmula. En la entrevista habla del programa de televisión (de
entrevistas) que hacía para Multivisión. Y en el año 2000
volvió a Televisa para ser el conductor del noticiario nocturno del
Canal 2, en donde su oficio de reportero lo tiene colocado como el programa
de noticias de mayor audiencia de la televisión mexicana.
Aunque la grandes cadenas de televisión (Televisa y TV Azteca) siguen
mostrando titubeos en la apertura informativa, Joaquín López-Dóriga
está innovando. Sabe que tiene un compromiso con la apertura
y se nota que no piensa hacer un mal papel en la nueva historia. Sabe, también,
que cada noche requiere demostrarlo (José Antonio Fernández F.)
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