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Por José Antonio Fernández F.
Felipe Cazals es el director que devolvió el
prestigio al cine mexicano en los setentas. El espíritu de su empuje
logró crear una corriente que se mantiene hasta la fecha.
Con sus películas le dio a la cinematografía nacional horizonte,
sentido, seriedad, contenido y preocupación permanente por la calidad
técnica y estética. Todas estas características, que fueron
y son características fundamentales en el cine de Cazals, son también
las que hacen poderoso al cine nacional desde los setentas hasta el día
de hoy.
La influencia de Cazals en el cine mexicano moderno es definitiva.
Al inicio de los setentas, el cine de nuestro país vivía una especie
de extravío. Pero después de que Cazals filmó Canoa, en
1975, y luego El Apando y Las Poquianchis, nuestro cine volvió a tener
un compromiso serio con la pantalla.
Felipe Cazals es un parteaguas. Es el antes y después del cine mexicano
moderno, porque es quien con valentía, en tiempos de censura, le volvió
a dar seriedad al oficio de cineasta, el que gritó a voz en cuello que
la realidad nacional tiene historias que es necesario llevar a la pantalla y
con las que no es posible jugar
ni mantenerse insensible.
El cine de Cazals sigue vigente. Cualquiera de sus películas estruja
al espectador, lo hace pensar y lo incomoda. Todo a la vez. Sus películas
se incluyen en cineclubs de todo el mundo. Es un cine que no oculta las peores
miserias. Las pone en escena de manera implacable.
El 19 demarzo de este 2007, la Cineteca Nacional le otorgó a Felipe Cazals
la medalla Salvador Toscano en reconocimiento a su brillante trayectoria. Más
que merecido el galardón, que antes recibieron cineastas de la talla
de Ismael Rodríguez, Roberto Gavaldón, Juan Bustillo Oro y Alfredo
Ripstein.
Aquí la entrevista completa con Felipe Cazals, de la que realicé
una edición que fue proyectada en el programa Pantalla de Cristal de
Canal 22.
José Antonio Fernández: Eres un
director de películas duras, muy duras. ¿Te planteaste en forma
consciente desde tus inicios, el tener esa personalidad de ser un director de
cine implacable con los contenidos, duro con los temas a poner en pantalla?
Felipe Cazals: Cuando regresé de mis estudios
de cine en Europa, seguían imperando en el cine mexicano las comedietas
de los años sesentas que ha habían agotado la cuerda y todo el
temario posible. Justo antes, todavía existían las películas
que contaban la historia del caporal que se enamoraba de la hija del hacendado.
Lo que pasaba en síntesis, era que el cine mexicano de finales de la
década de lo sesentas no correspondía para nada a la realidad
que estábamos viviendo.
Un grupo de cineastas y otros críticos y estudiosos del cine, teníamos
muy claro en ese entonces que en el caso de hacer cine debíamos producirlo
conectados a la realidad. Debíamos tener un punto de vista crítico
de nuestra realidad. No necesito decir que los temas sobraban. Nuestra actitud
fue, desde un principio, la de
ser testigos de nuestro tiempo, lo digo así aunque suene pedante.
José Antonio Fernández: ¿Y
por qué seleccionas poner en pantalla la realidad más dura, la
más fuerte, la más lastimosa?
Felipe Cazals: Es difícil ver a México
como un tema agradable, gracioso y simpático. En un país tan complejo
como el nuestro, dividido virtualmente en dos franjas sociales, en la que unos
sólo comen dos veces al día mientras que otros pocos tiran la
comida porque les sobra, la actitud de un creador no puede ser más que
la de escoger los temas duros y ser duro con ellos. No veo otra posibilidad.
Nadie está obligado a hablar críticamente del tiempo que le gusta
o le toca, pero la historia acaba por juzgarte. O abordas los temas que están
cerca de tí y das tu opinión, o los evades, y si los evades asumes
también una actitud y eso la historia lo demostrará.
José Antonio Fernández: Los espectadores nunca están cómodos
en la sala viendo tus películas. ¿Qué buscas que pase con
el espectador?
Felipe Cazals: Busco que el espectador aporte
la otra mitad.
Yo sostengo la teoría de que los cineastas proponemos en pantalla sólo
el cincuenta por ciento de la película, la otra mitad la aporta el espectador,
ya sea por una participación voluntaria o un rechazo abierto, o por una
molestia constante ante lo que se le está proponiendo.
Al que no admito es al espectador imparcial, al que le da igual lo que está
sucediendo en pantalla y que en cualquier escena puede seguir comiendo sus palomitas.
Te lo digo así, en vez de dirigirme primero al hipotalamo del espectador,
yo me dirijo en primera instancia al duodeno y luego al hipotalamo. Yo golpeo
al espectador inicialmente, y de inmediato reacciona de alguna manera conmigo
o contra mí y comienza a participar en la película.
Como el espectador tiene memoria y sabe decodificar perfectamente las imágenes,
lo obligo a ser partícipe. Es falso que el espectador pueda no entender
las imágenes, eso es un cuento chino.
Yo lo obligo a participar. Lo que tengo que cuidar siempre es que mi propuesta
en pantalla esté formalmente estructurada y que yo no deje ningún
resquicio que lleve al espectador a reprocharme confusiones, no claridad o ambiguedad
en mi planteamiento.
El espectador está siempre. Siempre. Nosotros hacemos las películas
para que las vea el espectador. Los libros los hacen para que se lean y las
partituras para que se escuchen. Quien dice que el espectador no le importa
o le da igual, asume una actitud falsa o está en un error.
Aclaro algo muy importante, ahora que hablamos del espectador: yo no hago ninguna
concesión para que se dé en forma mecánica una supuesta
comercialidad del producto. Tampoco les doy a mis películas, en forma
planeada, un ritmo ligero para que le gusten al espectador y no se aburra. Eso
no lo hago. Eso me vale madre.
A mí lo que me interesa es que el espectador diga: esto sí es
cierto y no lo quiero reconocer, o esto no me lo habían dicho y yo de
alguna manera soy partícipe del asunto.
El público popular siempre ha respondido al cine mexicano. En el caso
de mis películas, que yo recuerde, ninguna ha sido un fracaso en zonas
populares. Donde está la alta burguesía, no les gusta ver mis
largometrajes.
En los setentas, había bofetadas en las zonas populares para ver películas
como El Apando o Las Poquianchis. Los espectadores estaban conscientes de que
así eran las cosas. Y debo decirte que fui cuidadoso y no enfaticé
la realidad tanto como lo era, porque la realidad era mucho más fuerte
de lo que puse en pantalla.
He visto Canoa en Suecia, y los espectadores igual salen diciendo que eso fue
una barbarie.
José Antonio Fernández: Prácticamente
todas tus películas surgen de historias reales. ¿Por qué
prefieres la realidad?
Felipe Cazals: Ficcionar la realidad me parece
que es tan válido como hacer cine de otra manera. Yo, al igual que otros
dos o tres cineastas de mi generación, tengo la tendencia a ir directamente
a donde está la acción. Creo que la conexión con la realidad
misma aporta una riqueza mayor, hace mucho más verosímil el entorno
donde sucede la acción.
Yo trabajo mucho con los actores, les exijo muchísimo. Me parece que
la vida real también aporta facilidades para que el actor desarrolle
en toda forma su personaje.
José Antonio Fernández: Eres un
director que en todas sus películas ha cuidado en forma notable la estética
de cada cuadro. Siempre tienes una propuesta estética que camina junto
con tus historias. ¿De dónde viene ese cuidadoso tratamiento de
la pantalla y esa preocupación por la estética tan definida, ese
deseo de que la pantalla le diga estéticamente algo al espectador?
Felipe Cazals: Es difícil de racionalizar
eso. No me es fácil contestar tu pregunta. Supongo que la pueden contesar
terceros que han seguido mi cine. Me estás preguntando por qué
junto a un azul Prusia le pongo un verde sapo. Es el resultado de un sentimiento
y de un proceso creativo.
Yo te puedo explicar el sentimiento que me norma. Sé el lugar en el que
tiene que colocarse la cámara. Si me pides tres o siete días antes
de la filmación que explique el por qué o el para qué,
no te la voy a poder decir.
Yo llego al set, sé cuál es la secuencia y cómo la voy
a resolver, y me encargo de que nadie sepa nada. Incluso en ocasiones he filmado
las escenas al revés, de atrás para adelante, lo que sé
genera una desazón total entre mis colaboradores. Es para mí un
ejercicio como el del dibujante que hace muchos escorzos, muchos, antes de pasar
al color.
José Antonio Fernández: ¿Qué
sientes hoy al saber que eres uno de los símbolos del cine mexicano,
que tus películas son apreciadas, que se siguen proyectando en cine clubes
de todo el mundo y que construiste una trayectoria cinematográfica sólida?
Felipe Cazals: Es sólida pero también
controvertida, porque hay quien aborrece mis películas, cosa que agradezco
también.
Con más de 70 años de edad y más de 40 años de profesión,
debo decir algo muy importante que veo en forma muy clara (aunque suene a lugar
común): sin el esfuerzo de todos esos colaboradores, no habría
hecho ninguna de las películas. Todos hicieron un gran esfuerzo. Y cuando
hablo de todos incluyo también a los que se opusieron que las filmara,
pero sobretodo reconozco a quienes colaboraron para que fueran una realidad
en pantalla.
Lo que sí creo es que pude hacerlas mejor, pude haber sido más
detestable todavía, pero algunas veces confieso que cedí.
José Antonio Fernández: En tus películas
veo siempre un deseo por desenmascarar las apariencias que se perciben a simple
vista. Igual desenmascarar al poder, que a la iglesia o a los disidentes. Lo
veo como una constante en tu obra ¿Por qué lo buscas siempre?
Felipe Cazals: Lo que tengo y siempre he tenido
es una voluntad anárquica tremenda. No se te olvide que pasé largos
años en una escuela militar y otro largo tiempo en una escuela religiosa.
El paso por esas escuelas es como un lápiz labial Tangee, se vuelve indeleble.
Esa educación secundaria y preparatoria me formó mordiendo el
freno de la autoridad. Acepté los principios de la autoridad aunque fueran
absurdos y algunas veces abyectos. Y a eso debes agregar una adolescencia desgarbada,
por no decir desmadroza, y una inclinación por estar metido en las salas
de cine todos los días y a todas horas, lo que siempre fue preocupante
para mi familia.
Todo esto lo traigo en el costal, lo que quizás puede explicar de alguna
manera esta sana necesidad de calificar y cuantificar las acciones de las autoridades,
que las hay de todos colores y sabores, y a las que en el fondo detesto.
José Antonio Fernández: ¿Cómo
te calificas, como un hombre pesimista o realista?
Felipe Cazals: Soy un optimista incurable, pero
mi forma de presentar las cosas contiene mucho
menos sentido del humor del que quisera.
Yo quisiera colocarles más sentido del humor a mis películas para
que la gente sintiera que en el fondo sí tengo cierto optimismo, pero
no puedo
dominarlo todo. Prefiero la sinceridad a la manipulación. Prefiero, sí
es que así soy, manifestarme como soy. No vería sentido de utilizar
una capa o un disfraz que no es el mío.
José Antonio Fernández: ¿De
dónde nace tu afán de poner el dedo en la llaga?
Felipe Cazals: Yo sé que es un lugar común
decirlo, pero si vives en este país no te queda más remedio, y
más en estos momentos. En México, el 45 por ciento de la gente
no come más que dos veces al día. Por supuesto que es necesario
poner el dedo en la llaga, porque ese 45 por ciento son 40 millones de personas.
No veo cómo un director de cine, que es alguien que maneja un medio de
comunicación, y lo digo bien, que maneja y se expresa a través
de ese medio y ese lenguaje, puede permanecer al margen e ignorar la situación
para hablar de cosas irreales y bonitas. Para mí es imposible, yo no
puedo.
José Antonio Fernández: A lo largo
de toda tu carrera te has mantenido al margen de los puestos políticos.
Supongo que alguna vez te ofrecieron alguno. ¿Por qué nunca has
aceptado o buscado un puesto público?
Felipe Cazals: Sí ha sucedido. Lo que
pasa es que el cine mexicano es muy arguendero. Nuestro cine siempre está
cerca del poder, quiera o no. Nunca falta un político que tiene un segundo
frente que trabaja en el cine. Nunca falta que al Presidente le guste el cine
mexicano, y uno nunca sabe el por qué, o que lo aborrezca.
Como el poder siempre está cerca del cine, en consecuencia los cineastas
siempre están cerca del poder, lo que yo considero un peligro. A partir
de que el cineasta está cerca del poder adquiere compromisos inevitablemente,
y los compromisos son la muerte para la expresión del cine.
De lo que se trata hoy es que los cineastas conserven esa sana distancia con
el poder, y que el poder reconozca su obligación de fomentar y auspiciar
al cine mexicano.
Esto que digo lo escuchamos sexenio tras sexenio y son compromisos que nunca
se cumplen, por supuesto.
José Antonio Fernández: Eres un
director de cine que vive de ser director de cine, lo que es un caso muy raro
en México. La mayoría hace otras cosas y además dirigen
cine. Tú eres un director de cine en cuerpo y alma. ¿Cómo
le has hecho para lograrlo?
Felipe Cazals: Vivo modestamente. Soy un hombre
ecónomo. Tengo actividades paralelas, colaboro en otros guiones y soy
asesor de algunos rodajes. A veces reviso el trabajo de amigos míos que
me llaman para que vea sus campañas, y eso les cuesta, es la verdad.
Llega una edad en la que la opinión y el criterio tienen un significado
en honorarios.
José Antonio Fernández: Se te ve
muy bien, se te ve feliz.
Felipe Cazals: Se me ve feliz porque soy buen
actor. Los tiempos actuales no me permitirían tener la sonrisa que tengo,
pero el cine mexicano pasa por todo y a pesar de todo. Pase lo que pase, el
cine mexicano seguirá saliendo adelante. Les va a costar mucho a muchos,
mucho, pero soy muy optimista, como puedes ver.
José Antonio Fernández: En tu película
Canoa haces un tratado de cómo se puede manipular a la gente y convencerla
de que agreda hasta matar sin más averiguaciones a un grupo de jóvenes,
que además eran absolutamente inocentes. Estrenaste Canoa hace más
de 30 años y es totalmente vigente. Se exhibe hoy contínuamente
en cineclubs de México y de muchos otros países. ¿Qué
sientes al saber que sigue tan vigente?
Felipe Cazals: El que la gente se haga justicia
por su propia mano es algo que sigue existiendo en México, y existe todavía
porque no hay justicia. Como no hay justicia social, el pueblo no admite a los
representantes de la justicia y se apropia el derecho de hacer justicia. Seguimos
en lo mismo.
Da igual si confunden trabajadores de una universidad con estudiantes procomunistas
como en Canoa, o fotógrafos con robachicos o a un devoto con alguien
que quería robarse una imagen santa. El hecho es que el linchamiento
se ejerce.
La pregunta es, por qué se ejerce en Canoa. En ese tiempo, en los setentas,
la prensa y los medios, en particular el periódico El Sol, decían
todos los días en todas las regiones del país, que los comunistas
vendrían a robarnos nuestras casas y a matarnos. Decían también
que los estudiantes eran comunistas. Toda esa constante propaganda nefasta junto
con la ignorancia, el analfabetismo y la dependencia del alcoholismo, logró
hacer que en San Miguel Canoa lincharan a unos trabajadores de la Universidad
de Puebla. Esto sucedió hace ya 40 años. Agrego algo más:
en el 2005 desplegaron una manta en el atrio de la Iglesia de San Juan Canoa,
que decía: la película Canoa es una mentira.
Hoy Canoa ya no es un pueblito, es un suburbio de Puebla. El problema sigue
vigente. La razón es que la justicia social no existe. Se deforma todo
y el pueblo decide hacerse justicia por su propia mano, auspiciado por las malas
razones y las malas voces. Por todo esto que te comento, es que la película
Canoa sigue vigente. Tengo la impresión que Canoa, El Apando y Las Poquianchis
son como las películas de Walt Disney pero al revés. Hoy a los
estudiantes de preparatoria les pasan las tres películas para que sepan
qué fueron los años setenta. Es la mejor demostración cinematográfica
de esa época.
José Antonio Fernández: ¿Que
sientes que provocas en el espectador?
Felipe Cazals: Cada vez que confronto al espectador
mexicano con el propio hecho del asunto mexicano, y obtengo de él una
reacción en un sentido o en otro, logro lo que la película buscaba.
José Antonio Fernández: Te veo en
plenitud de salud.
Felipe Cazals: La clave número uno de
este asunto, es que los directores de cine, antes que nada, tienen que ser atletas.
Hay que ser como los toreros o los boxeadores, si no estás en forma te
parten la madre.
Más de lo que dijo Felipe Cazals
en entrevista:
1.- Nunca consideré irme
a dirigir a Hollywood. Cuando filmé El
Jardín de la Tía Isabel, en los años setenta, me dieron
la oportunidad de iniciar una carrera como directror en California. Viví allá unos
4 meses. Te puedo decir que, con todo el respeto y el afecto que tengo por
las gentes que me querían encausar por ese camino, no encontré
ninguna afinidad. Como espectador tengo respeto por el cine norteamericano
porque me formó de manera muy sólida, pero no tengo ningún
respeto por la forma en la que se trabaja el cine en Estados Unidos. Desde
el punto de vista trabajo, no me interesa en lo absoluto.
2.- He tenido
grandes éxitos pero también grandes fracasos, como
las dos que hice de Rigo Tovar. Tampoco escupo sobre ellas, porque me pagaron
y yo hice mi trabajo. A mí esas dos me parecen abominables. Las cuidé hasta
donde el vomito me lo permitió. Nunca vi ni la edición ni las
películas. Trabajé lo más cercanamente posible con el
productor y los actores, pero de antemano sabía que serían nulas.
Duele haberlas hecho, porque nadie se acostumbra a hacer mal las cosas. Acepté filmarlas
porque debía un montón de dinero y no tenía trabajo. Tenía
el poder del cine mexicano la hermana del Presidente, Margarita López
Portillo, que comenzó la
destrucción del cine nacional.
Además como he tenido la costumbre
de tener hijos, debía alimentarlos. La excusa es muy pobre, pero es
la verdad. No había forma de cuidar esas películas. La requisitoria
de esa época era que el espectador escuchara 9 canciones entreveradas
con la historia. Me hablaron para que no me muriera de hambre. Las pudo
filmar cualquier otro.
Mira, difícil es ser minero o campesino y comer
un taco con sal luego de una larga jornada. Yo no debo exagerar.
3.- Mi cuidado
por la imagen, por el uso de los lentes, por los encuadres, por todo lo que
está en escena, viene del enorme respeto que le tengo
a la gran tradición del cine artesanal mexicano. Quizá algunas
historias del cine mexicano de los cuarenta y los cincuenta no sean muy originales
ni muy atractivas como argumentos, pero su factura, su forma, es espléndida.
Tan es así, que si hoy las vuelves a ver te asombras. Y recomiendo que
vuelvan a ver La Diosa Arrodillada, de Roberto Gavaldón. Ahí aparece
María Félix con 11 peinados diferentes y 32 cambios de vestuario. ¿En
qué película del cine mexicano de hoy te puedes dar el lujo de
tener una producción así?
Y qué te puedo decir de los
close ups de María Félix, para los que se llevaban hasta 4 horas
de iluminación. Ese cine nacional estaba profesionalizado. Eso es lo
que hoy reclamo de nuestro cine, que los directores cuiden la dirección
de arte, el vestuario, el maquillaje, la edición, la posición
de cámara, los peinados, los detalles y que le puedan pedir al fotógrafo
luces específicas con latitudes que quieren tener en pantalla.
José Antonio Fernández: Una última
pregunta, ¿veremos
una película de Felipe Cazals con final feliz?
Felipe Cazals (responde con una larga sonrisa): Esa
es una pregunta que la dejamos para la próxima entrevista. No te la
puedo contestar.
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