Para complementar esta entrevista, le recomendamos
también consultar la entrevista publicada en la Revista Telemundo en
la que
Guillermo Arriaga habla de 21 gramos, del cine y de la vida.
Guillermo Arriaga es el guionista de Amores perros, cinta que ha recibido más
de 40 premios (sumados los nacionales con los internacionales), lo que la convierte
en la película mexicana más premiada en la historia del cine nacional.
En México, sin embargo, la Academia no le dio el Ariel al Mejor Guión,
se lo llevó Marisa Sistach por Perfume de violetas.
El guión de Amores perros constituye la base del éxito de la cinta.
Como ya lo hemos señalado antes en la Revista Telemundo, el guión
tiene una estructura matemática en la que todos los elementos encajan.
El espectador no recibe sorpresas de último minuto que intenten resolver
la cinta con alguna escena sacada de la manga.
En buena medida, Amores perros seduce porque frente a los ojos del espectador
la historia se va desgranando. El público puede ver cómo y por
qué cambia radicalmente la vida de los personajes en escena, lo que provoca
una emoción intensa.
La historia de Amores perros es densa por lo contradictorio de sus personajes,
actual por el nivel de violencia que se muestra en pantalla, moderna por el
estilo y ritmo de su realización, y humana porque sus personajes protagónicos
(Gael, Álvaro y Echevarría) aman con pasión. Y Amores perros
también se puede ver como una cinta pesimista, en la que ningún
personaje logra alcanzar sus deseos, todos viven en los obstáculos de
las dificultades para llegar, quizás porque todos escogen los caminos
más tortuosos. Como enamorarse de la novia del hermano, ser incapaz de
matar un ratón escondido en el piso de la casa, o convertirse en asesino
a sueldo luego de haber sido guerrillero.
Guillermo Arriaga es el guionista mexicano más cotizado del momento.
Se define como un cazador que es escritor. Toma todas las precauciones para
contratarse: antes de firmar se cerciora que estén presentes todas las
cláusulas en el contrato. Un ejemplo: si la película es nominada
al Oscar, a Arriaga deben llevarlo con gastos pagados a la ceremonia de entrega.
Otro más: el guionista debe estar presente en la promoción de
la película y en un cierto número de conferencias de prensa durante
las exhibiciones en Festivales. Guillermo Arriaga considera que el guionista
mexicano no está valorado, lo que trae un círculo vicioso complejo.
Me pregunta: te dejarías operar por un neurólogo que necesita
ser taxista durante el día y opera a las doce de la noche en un quirófano
improvisado en su casa. Y se responde: los escritores necesitamos tiempo completo
para escribir novelas y guiones. No se puede escribir un guión a ratitos,
así es imposible que quede bien. Amores perros le llevó tres años.
José Antonio Fernández: ¿De
dónde surge Amores perros?
Guillermo Arriaga: Es una idea que traía
desde mucho tiempo atrás. Yo siempre tuve la obsesión de hacer
una película con estructura faulkneriana en la que pudiera jugar con
los tiempos, las a J.A.F.ósferas y los temas.
J.A.F.: ¿Qué temas querías
que estuvieran dentro de la historia?
G.A.: Mis obsesiones, que siempre están
en las historias que escribo. Por ejemplo: de qué manera una persona
supera el destino, cómo le hace alguien para ser quien es a pesar de
las circunstancias.
En Amores perros todos los personajes siguen puestos en lo que creían.
Octavio a pesar del madrazo sigue pensando que debe andar con Susana, Daniel
y Valería terminan quedándose juntos y El Chivo (Echevarría)
también sigue.
Otra de mis obsesiones son los amores prohibidos, en los que una persona anda
con otra por lo que es, no por lo que puede ser. Cuando eres amante de una mujer
es porque la amas tal cual, no porque va a ser tu esposa. La amas por ella misma.
Se concentra la relación. Y como todo es clandestino y arrebatado, son
relaciones muy cualitativas y muy transgresoras.
Siempre existió la idea de que había que reprimir el sexo, pero
las nuevas sofisticaciones ideológicas lo que quieren reprimir es el
amor. Lo que verdaderamente es subversivo es el amor. Al supuestamente liberarse
el sexo, la cogidita se volvió algo represivo.
J.A.F.: ¿Lo que no se ha liberado es el
amor?
G.A.: Los homosexuales son los primeros en sufrirlo,
no pueden manifestar su amor. Como decía Carús en La separación
de los amantes: ¿por qué una pareja que se ama no puede seguir
amándose? ¿Por qué tiene que morirse esa relación,
en aras de qué?
Lo plantea Freud: nos reprimimos y nos reprimimos, ¿para? No vivimos
mejor. Quizá vivamos más, pero no mejor.
J.A.F.: ¿Crees que se vaya a dar una liberación
del amor? ¿Estamos cerca o lejos?
G.A.: Creo que estamos cerca y lejos. Cerca,
porque es tal la degradación del ser humano en estos momentos, que la
única esperanza que veo es el amor, no veo otra. El amor y lo que con
él se traduce: tolerancia, respeto, comprensión, diálogo,
encuentro.
J.A.F.: ¿La infidelidad es una de tus obsesiones?
G.A.: La infidelidad no, pero la lealtad, sí.
El concepto de infidelidad se tiene que redefinir. Yo pienso que tú debes
ser leal a tu pareja, y si esa lealtad incluye fidelidad, entonces tendrás
que ser fiel, pero si no la incluye no tiene por qué ser amenazante.
En los pueblos polinesios el ser infiel no representa que corras el riesgo de
perder el amor de tu pareja.
J.A.F.: ¿Otra obsesión?
G.A.: La muerte.
J.A.F.: Sé que tuviste problemas del corazón
a los veinte años, ¿desde entonces tienes la obsesión?
G.A.: Desde mucho antes. Yo me defino como un
cazador que escribe.
J.A.F.: Eres boxeador aficionado y practicante
de múltiples deportes. No tomas, no fumas, nunca le has entrado a la
droga.
¿Lo que más te gusta hacer es cazar?
G.A.: Para mí es fundamental. Mis hermanos
cazamos, y yo llegué a la cacería por instinto, no existía
ninguna tradición familiar.
Mis papás son parte clave en mi vida. A mí me enseñaron
que el dinero vale madres. Siempre me dijeron: tú dedicate a lo que te
gusta, y si en eso crees no lo sueltes. Yo me defino más por lo que he
dicho que no, que por lo que he dicho que sí. Casi digo que no a todo.
Tengo muy claro a dónde quiero llegar.
J.A.F.: ¿A dónde quieres llegar?
G.A.: A partir de mis problemas del corazón,
a los 23 años, me di cuenta que te puedes morir a la edad que sea. Yo
pienso que el hombre se define por la obra que realiza. Yo quiero hacer una
obra que hable por mí, y que mis hijos puedan decir: a lo mejor nos morimos
de hambre pero la obra de mi papá ahí está. Creo que no
hay por qué ser condescendiente con uno mismo.
J.A.F.: ¿Tú eres condescendiente?
G.A.: No, para nada.
J.A.F.: ¿Cuántas versiones de guión
hiciste de Amores perros?
G.A.: 36, y llevó ahora 46 de 21 gramos
(el guión que preparo ya de la siguiente película que también
será dirigida por Alejandro González Iñárritu).
Un párrafo de una novela soy capaz de escribirlo hasta doscientas o trescientas
veces.
J.A.F.: ¿A qué hora escribes?
G.A.: De diez de la noche a cinco de la mañana.
J.A.F.: ¿A qué hora te levantas?
G.A.: A las diez de la mañana y duermo
siesta. Mi temor es que mis hijos siempre piensan que su papá es un hombre
dormido.
J.A.F.: ¿Se vive de ser guionista?
G.A.: Yo me considero más un escritor
que un guionista, porque pienso que un guionista es quien pone su oficio al
servicio del director, y yo no hago eso.
Yo me considero un escritor que tiene un mundo particular que proponer, y pienso
que soy cocreador de la obra. Yo hago esta división arbitraria y me considero
un escritor de cine y literatura, un narrador, no un guionista de cine.
Escribo los guiones con el mismo rigor que pongo en mis novelas. Cuido el estilo,
los tiempos, los diálogos, los espacios. Apunto indicaciones para poner
la escena, pienso en el ritmo de la producción y en los costos.
J.A.F.: ¿Cómo te relacionas con
Alejandro González Iñárritu?
G.A.: Alejandro me llamó porque quería
que escribiera una idea suya. Una muy buena idea. Él no me conocía.
Yo le agradecí que me hubiera llamado, pero le dije que yo no sabía
escribir cosas por encargo. Le sugerí a Carlos Cuarón para que
le escribiera ese guión.
Alejandro me preguntó que estaba haciendo en ese momento, y le comenté
que escribía un guión que se llamaba Perro negro, perro blanco.
Le platiqué la historia y de inmediato me respondió que él
le entraba. Confió en mí y yo en él.
J.A.F.: ¿Cómo te contactó
González Iñárritu?
G.A.: Pelayo Gutiérrez le dio un guión
mío que se llama Cielo abierto. Al Negro (González Iñárritu)
le gustó y entonces me buscó.
J.A.F.: ¿Cielo abierto ya se filmó?
G.A.: No, lo tiene comprado Altavista, el director
propuesto es Gerardo Tort. Yo quería dirigir Cielo abierto, pero el guión
ya es de Altavista.
J.A.F.: ¿Qué sensación te
dejó la reunión con González Iñárritu?
G.A.: Cuando conocí a Alejandro sentí
que tenía humanidad. Antes de que se filmara Amores perros sabía
que iba a ser una gran película. Antes de rodar le dije a Alejandro que
él estaba a la altura de los mejores. Me preguntó que cómo
lo sabía si todavía no filmábamos un sólo pie. Yo
estuve seguro de lo que le dije porque vi la forma en la que trabaja, su seriedad,
profundidad, creatividad e inteligencia.
J.A.F.: ¿Cómo trabaja González
Iñárritu?
G.A.: Es un tipo obsesivo y perfeccionista. Tiene
la gran virtud de ser muy respetuoso y sabe escuchar. Respetó mi trabajo
y los puntos de vista que sostuve.
Alejandro conoció desde el primer tratamiento, empezó a hacer
comentarios y fue como un puntal con el que siempre tuve intercambio de opiniones
y discusiones para detallar al máximo el guión.
J.A.F.: Hiciste 36 tratamientos.
¿Qué diferencias fundamentales hay entre la versión 1 y
la 36?
G.A.: De la segunda versión para adelante
ya no hay mucha diferencia en términos del conjunto de la historia. El
segundo tratamiento sí cambió. Eran otro tipo de chavitos los
que peleaban los perros. Los cambiamos porque Alejandro sintió floja
esa parte y la modifiqué.
J.A.F.: ¿El cruce de vidas, el amarre de
las tres historias con el accidente, sí estaba planteado desde la primera
versión?
G.A.: Sí. Yo sufrí un accidente
muy feo en carretera. Desde entonces tuve la intención de unir una película
con un accidente. Es más, tengo una trilogía de películas
que arrancan con un accidente: A cielo abierto, Amores perros y 21 gramos será
la tercera. Un accidente pone en contacto a gente que no se conoce y que se
vuelve parte de la vida del otro en forma permanente.
J.A.F.: ¿Qué otras obsesiones tienes que incluyes en tus historias?
G.A.: La ausencia y el peso de los muertos sobre
los vivos (que determinan la vida de los personajes).
J.A.F.: En cierta manera, Amores perros es pesimista. Aunque se estrenó
en un momento en el que nuesto país vivía momentos de optimismo,
Amores perros logró éxito desde el estreno.
G.A.: Siento que Amores perros es una película
paradójica, más que pesimista. Creo que sí tiene un trasfondo
de esperanza, que es el amor. Todos los personajes actúan por amor.
J.A.F.: Pero les va mal.
G.A.: Pero en ningún momento son castigados.
J.A.F.: Me parece que la novia del segundo cuento
sí es castigada, y castigada también la pareja.
G.A.: Yo no soy nada moralista, ni católico.
El escritor no es Dios para castigar a ningún personaje. La película
es una visión del ser humano, no de la sociedad mexicana. Yo sí
creo que el ser humano es muy paradójico y que tiene una bestialidad
a flor de piel. Sólo hay que rascarle tantito, por eso la analogía
con los perros.
Pero también creo en la capacidad de amar del ser humano.
J.A.F.: Volvamos a las versiones. ¿Qué
significa hacer 36 versiones? ¿Es tardarse un año, un mes, 10
años?
G.A.: Las 36 versiones de Amores perros las escribí
a máquina en una Olivetti 86. Si yo quiero cambiar algo siempre empiezo
desde la primera página, desde arriba. En ningún momento recorté
y pegué, porque considero que cambiar una palabra puede significar que
se transforme todo el sentido de la obra y hay que tener mucho cuidado. Al volverlo
a hacer desde el principio captas de nuevo el sentido del conjunto.
Yo me dediqué a escribir Amores perros de 5 a 6 horas diarias durante
3 años.
J.A.F.: ¿Cómo cambia el nombre a
Amores perros?
G.A.: Se llamaba Perro negro, perro blanco. Un
día la esposa de Alejandro (María Laria) soñó el
título de Amores canijos, y de ahí derivó a Amores perros.
El título es de ella.
J.A.F.: ¿Cuál fue el papel de Raúl
Olvera en Amores perros? (quien sé que fue alguien muy importante y que
considero se le ha dado poco crédito).
G.A.: Para empezar, Raúl aguantó
como socio que el Negro se dedicará por completo a Amores perros. Aguantó
moral, amistosa, profesional y económicamente todo. Raúl fue particularmente
duro con el guión. A mí me aportó muchas cosas.
Cuando íbamos en la limousine rumbo a los Oscares le dije: ¿qué
decías de mi guión, Olvera? ¿No que estaba mal?
Y cuando salimos de los Oscares él me dijo: ya ves Arriaga, te lo dije,
si hubiera estado bien aquí traeríamos el Oscar.
J.A.F.: ¿Cuál era su principal crítica
al guión?
G.A.: Decía que le faltaba poesía.
A Raúl Olvera yo lo respeto y lo quiero mucho. Otras personas que nos
asesoraron fueron Toño Urrutia, Carlos Cuarón, Mónica Aviña,
Caro Rivera, Maru mi esposa y mi hermana Patricia y María Laria.
J.A.F.: ¿Cuál crees que debe de ser la relación de un guionista
con el director de una película?
G.A.: Yo guardo una relación suigéneris.
La relación con Alejandro empieza desde la idea hasta las idas a los
festivales. Es la relación ideal, cada quien respetando el trabajo y
las decisiones del otro. A mí me dejó muy contento el que Alejandro
haya supeditado todo para contar la historia.
Por ejemplo, cuando estaba en el set y algo del guión no funcionaba,
en ese momento el Negro me llamaba y me pedía discutir la escena. Así
detallamos diálogos y puesta en escena. Yo asistía al set y en
ese mismo momento trabajábamos juntos para encontrar una solución.
J.A.F.: Hace dos ediciones, apuntamos en la Revista
Telemundo que el guión de Amores perros es matemático. ¿Coincides
con este análisis? (ver Canal100.com.mx sección Detrás
de Cámaras/Revista
Virtual Telemundo).
G.A.: Sí. Siempre que me preguntan cómo
es el trabajo del escritor les digo que es como resolver ecuaciones matemáticas.
Para mí es justamente eso: es encontrar la fórmula para que una
ecuación dé un mejor resultado. Es hacer las sumas correctas para
que el resultado sea el necesario. Crear un guión para mí es una
cuestión casi logarítmica, en la que debes revisar qué
sucede si cambias el orden de los sumandos.
J.A.F.: Inicia la película con la persecusión.
Lo hiciste porque querías atrapar al espectador desde el primer momento.
¿Es, por decirlo así, un truco?
G.A.: Sí claro.
Hay muchas tradiciones literarias y cinematográficas. Mi tradición
está en el verbo, a mí si me interesa contar. Me importa que el
cuento
involucre al espectador o al lector, que me digan si mis historias son buenas
o malas.
Lo que me interesa es que la gente esté metida en la obra, se emocione
y conmueva.
J.A.F.: ¿Estuviste en la postproducción?
G.A.: No edité, pero sí estuve
presente. El Negro me consultaba qué hacer aunque él era el que
tomaba las últimas decisiones. De hecho se quitó una escena de
la segunda historia y hubo que grabar una voz en off. Yo fui el primero al que
le mostró la película terminada.
J.A.F.: Llegaste a un clímax con Amores
perros, a un pico de montaña. ¿Qué se siente eso?
G.A.: Afortunadamente esto me pasa a los 43 años,
a sabiendas que son muchas las circunstancias que hacen buena una obra. Creo
que debo verlo como un paso más dentro de un conjunto de obra.
J.A.F.: Comparte el sentimiento. Ya fuiste al Oscar, te subiste a una limousine,
caminaste por la alfombra roja, tocaron Hollywood (mundo al que pueden pertenecer)...
G.A.: Es un remolino y afortunadamente yo ya
salí a la playa.
Sí se da una gran confusión, porque gente que yo he admirado ahora
me habla para decirme que es mi fan y que "ojalá pronto trabajemos
juntos".
Una vez que sales a la playa, quedas contento.
Más de lo que dijo Guillermo
Arriaga en entrevista
(respuestas concretas en torno a los personajes y la estructura del guión
de la película Amores perros)
- Yo creo que en el arte hay que apostar, y apostar todo.
Como decía Faulkner: yo prefiero ser contemplado por mis grandes fracasos
y no por mis pequeños éxitos. Y una de las apuestas que hice fue
hacer de Amores perros una película dialéctica: que tuviera tesis,
antítesis y síntesis.
- Quería que la primera historia de Amores perros fuera muy vertiginosa,
aireada, con muchos personajes y realizada a la manera de un melodrama realista.
- En la segunda historia utilicé otro género: la pieza (que debe
de ser un retrato de la realidad). Y se me ocurrió hacer una pieza absurda,
que cambiara el ritmo.
- La intención con la tercera historia de Amores perros es que fuera
la más cinematográfica, con un ritmo intermedio, entre encerrado
y abierto, y con las dos clases sociales presentadas en las dos historias anteriores.
- Mi intención fue describir al personaje de Emilio Echevarría
(el exguerrillero/ asesino a sueldo) con acciones. Prácticamente todas
sus intervenciones en el arranque son silenciosas y totalmente cinematográficas.
- Hicimos el ejercicio de mostrar la película sin la historia del centro.
Pero el comentario de los que ya la habían visto fue: regresen la segunda
historia pero ya. Se perdía el entido del tríptico (que no es
algo que haya hecho a propósito, pero que después descubres):
en la primera historia no hay padre, en la segunda es el padre que abandona,
y en la tercera es el padre que abandonó y quiere regresar. En la primera
es un personaje de 20, en la segunda de 40 y en la tercera de 60 años.
Y se aprecian en el conjunto los contrastes de vida entre la clase social de
Gael, la de la pareja de la segunda historia que vive conflictos banales, y
la del exguerrillero que deja todo por un ideal. Esas dinámicas contrastantes
enriquecen la película.
- El personaje del exguerrillero sí es el que más me emociona.
- El éxito puede ser tan destructivo como el fracaso. Hay que cuidar
los dimes y diretes dentro del equipo antes y después de la filmación.
Antes hablaba con mucha confianza con cualquier persona, pero ahora sé
que debo medir mis palabras porque puedo lastimar gente con lo que digo si lo
publican.
- Al viajar a los festivales descubrí que México es un país
que pesa en la cultura mundial. Sí tenemos tema y obsesiones. México
no se agota como tema.
- Gabriel García Márques dijo una vez que uno escribe para que
lo quieran más. Te puedo decir que la cantidad de gente que conocí
y que reconocí fue algo extraordinario. A Amores perros le agradezco
los nuevos amigos y que me permitió pararme en un lugar para ver las
cosas desde otro punto de vista.
- El Negro y yo siempre trabajamos con la seguridad de que Amores perros iba
a ser importante. Como dice el Negro: no era a ver si se puede, es a huevo porque
somos chingones. Mucha gente me criticó esa actitud, pero yo me siento
bien hoy de tenerla porque la seguridad ayuda mucho.
- Una de las cosas más duras para mí es saber matar Amores perros.
Yo ya estoy en otra cosa. El primer consejo de la gente que tiene mucho tiempo
en el cine es: next, my friend (a lo siguiente, mi amigo). No te creas ni tantito.
Respuestas exclusivas en canal100.com.mx de Guillermo
Arriaga
J.A.F.: ¿Tienes que separarte de Amores perros?
G.A.: Yo veo a Amores perros hoy como a un hijo
que me costó mucho trabajo crear, que le está yendo muy bien,
que ya se fue a estudiar fuera a una Universidad, que es completamente independiente
de mí, y que de vez en cuando me echa una llamada para ver cómo
andamos. Yo ahorita tengo a otro recién nacido (21 gramos), al que tengo
que cuidar.
J.A.F.: ¿Cuál es tu opinión
de la película Un dulce olor a muerte?
G.A.: Yo escribí la novela Un dulce olor
amuerte, pero el guión de un Dulce olor a muerte con el que hizo el largometraje
Gabriel Retes es, para mí, otra obra. Ese guión es de Edna Necoechea.
Fui a la filmación de Un dulce olor a muerte un par de veces, todas las
sugerencias que les hice me respondieron de mal humor con el "y tú
que sabes", y Retes no me peló para nada.
J.A.F.: ¿Qué sientes al ver que
Un dulce olor a muerte no obtuvo éxito de público?
G.A.: Me da tristeza por la película,
pero el libro está teniendo mucho éxito. Un dulce olor a muerte
se acaba de re-editar en todo América Latina. Se vende hoy en Alemania,
España, Holanda, Argentina, Chile, Uruguay y más países.
Me lo están pidiendo para hacer un remake (volver a adaptarlo y filmar
otra película).
J.A.F.: ¿Te presiona el triunfo de Amores
perros?
J.R.: Yo creo que ya le pegué con Amores
perros y eso me da un nivel que me permite observar las cosas desde muchos ángulos,
pero te insisto que pienso que lo importante es el conjunto de la obra.
J.A.F.: Luego del éxito de Amores perros,
¿tardaste en escribir?
J.R.: Sí. Yo de por si me tardo mucho.
Necesito dejar un espacio para recargar.
El proceso de escritura se realiza en el interior, no frente a la máquina
de escribir o la computadora. Sí existe ese momento de bloqueo que creo
que es como la impotencia, que mientras más quieres que se te pare, no
se te para. Pero hay que dejar, está cansado y la energía se recarga.
Hubo momentos difíciles, luego de Amores perros. De hecho, las primeras
versiones de 21 gramos, que acabo de releer, son lo peor que he escrito en mi
vida. Pero descubrí algo: que en ocasiones uno mismo puede estarse contando
la historia y que es posible darte cuenta por dónde no debes seguir.
Al Negro (González Iñárritu) le mostré el guión
hasta el tratamiento número 25. No se lo di antes porque estaba muy verde.
Y con todo al Negro no le gustó. Pero he seguido trabajando y creo que
21 gramos ya camina. Es un guión que apuesta más que Amores perros:
en personajes, género y estructura.
J.A.F.: ¿Al Amores perros ser una historia
muy matemática consideras que limitó el desarrollo de los personajes
(en tanto están al servicio de que la historia encaje)?
G.A.: Creo que lo matemático no va en
contra de los personajes. En lo personal siento que los personajes crecieron.
Quería que fueran personajes absolutamente destestables y que sin embargo
los siguieras comprendiendo. Son paradójicos. Cuando Gael rompe todo
con una gran violencia, lo está haciendo por amor. El personaje de Echevarría
a pesar de que es de lo más deleznable que puede existir, terminas entendiendo
que es un hombre con un dolor muy profundo. Creo que la estructura matemática
no pelea con los personajes. Me parece que esa estructura es parte de un trabajo
de rigor.
Yo considero que lo que le falta a la literatura y al cine mexicano es rigor,
y yo sí lo busqué en Amores perros.
J.A.F.: ¿Qué hace un escritor para
estar en forma?
¿Tuviste que conocer a un asesino a sueldo, asistir a peleas de perros...?
G.A.: Yo creo que la cualidad básica que
debe tener un escritor es mundo interior, lo que significa saber recoger el
mundo exterior, procesarlo y regresarlo como una visión particular. Mi
virtud, sin parecer presuntuoso, es procesar todo lo que estoy viviendo, observando
e imaginando. También la experiencia personal es importante.
J.A.F.: ¿En Amores perros tuviste relación
con los actores?
G.A.: Sí platicaba con ellos, les escribí
biografías de los personajes, íbamos a lugares juntos... Emilio
me hizo muchísimas preguntas y me dijo que le había gustado el
que yo estuviera en los ensayos en donde daba mi perspectiva, siempre con un
riguroso respeto al trabajo del Negro. Una de las condiciones era que yo no
hablaba si el Negro no me lo preguntaba. Yo pedí respeto para mi trabajo,
y lo menos que podía hacer era respetar el trabajo de cada un de los
demás.
J.A.F.: ¿Consideras que luego de los últimosos
sucesos terroristas de las Torres Gemelas es claro que el cine y la televisión
deben bajarle a la violencia?
G.A.: Yo creo que banalizamos la violencia, y
que el cine y la televisión han ayudado mucho a banalizar la violencia.
Lo importante para mí es que reflexionemos sobre la violencia.
Un veterano guionista del cine mexicano me dijo que Amores perros era violencia
a lo gringo, y le respondí que no estaba de acuerdo porque a los personajes
de Amores perros les pesan sus actos violentos y sufren sus consecuencias. En
ningún momento se festeja la violencia. Lo que hay que evitar es que
veas violencia y salgas de la sala riéndote y sin despeinarte, como sucede
en Naranja mecánica. Hoy más que nunca hay que hacer una reflexión
sobre la violencia. Los guionistas de cine y televisión deben evitar
banalizar la violencia. Mis historias están llenas de sordidez pero no
quiero que el pesimismo se quede en el espectador, sino que se dé un
diálogo en el que cada quien pueda preguntarse quién es, a dónde
va y cuál es su destino como ser humano.
Yo soy una persona optimista, tanto lo soy que tengo más de 20 años
dando clases en la universidad. Nunca he hecho televisión comercial,
yo sí creo que podemos hacer programas de televisión y películas
que pueden ayudar a que el ser humano sea mejor.
J.A.F.: Eres maestro por vocación. El que
hayas salido de la Universidad Iberoamericana en medio de un conflicto, ¿te
selló, te metió por otro camino?
G.A.: A mí me dolió mucho salir
de la Ibero. Muchos años me vendieron la idea de comprometerme y lo hice,
y hasta la fecha tengo tristeza por muchos compañeros que fueron despedidos
injustamente y pienso que la Universidad no reflexionó. La gente que
se mete a la Academia tienen un deseo enorme de estabilidad, el mundo exterior
les provoca ciero temor y prefieren una estabilidad económica por muy
bajo que sea el sueldo. Además, tienen la seguridad de que no serán
severamente criticados ni por sus colegas ni por los alumnos. Incluso pueden
hacer investigaciones que no tengan mayor sentido y hasta ser premiados. Por
eso el profesor que es sacado fuera de una universidad es como dejar un pez
fuera del agua. Si no hay una razón grande para que eso suceda, no debes
echarlo.
J.A.F.: ¿Qué sentiste cuando saliste
de la Ibero?
G.A.: Una enorme tristeza que me pesa hasta la
fecha.
J.A.F.: ¿Te sentías seguro dentro
de la Ibero?
G.A.: Siempre creí (y creo) que un maestro
que no trabaja en algo fuera de la Universidad implanta la traición dentro
de sus alumnos, por eso todos los años siempre hice cosas por fuera.
Yo no fui un investigador y no me interesa serlo, soy un docente. Ahora estoy
en otra institución que me respeta y me valora (el Tec de Monterrey plantel
sur de la ciudad de México).
Hoy pienso que a la Ibero le hubiera convenido y mucho el tener un profesor
premiado que ha vivido muchas cosas que no se dan en una universidad. He estado
en negociaciones de películas en unos niveles muy distintos. He conocido
gente diversa, agentes, todo un mundo del cine muy interesante.
Sí me extrañó que compañeros míos, por mantenerse,
firmaran un documento infame luego de que habíamos convivido durante
20 años. Me dolió lo que le pasó a Alberto Almeida (que
esta parapléjico y casi muere) por una campaña de prensa en su
contra que le afectó muchísimo.
J.A.F.: ¿Cómo son para tí
las negociaciones para contratarte como guionista?
G.A.: Tengo un agente literario a nivel mundial,
que es Raquel de la Concha. Y Martha López es mi agente para todo lo
que son cursos y conferencias. Ella me ha enseñado a cobrarle a las universidades.
Me defiende en serio.
Hoy tengo un par de proyectos en Estados Unidos y eso me lo manejará
un agente allá.
J.A.F.: ¿En cuánto anda el rango
de cobro de un guionista?
G.A.: El promedio para un guionista bueno es
de 20,000 dlls. Yo puedo cobrar otras cantidades que no se acercan a la realidad
de la mayor parte de los escritores de este país.
Y te puedo decir que me han ofrecido más por los derechos de mis novelas
que por mis guiones.
Yo lo que les digo a los productores es que no deben invertir un millón
y medio de dólares o más en algo que un guionista hizo en sus
tiempos libres.
Felipe Erenberg me preguntó alguna vez: ¿tú llevarías
a tus hijos con un pediatra que sólo trabaja de noche y ocupa el día
para ganar dinero empleándose en cualquier cosa?
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