Paty Chapoy estudió la carrera de periodismo cuando
los espectáculos en México todavía no alcanzaban una vida
intensa como la que viven actualmente. Recuerda que alguna vez tuvo la oportunidad
de entrevistar a la esposa de Luis Echeverría, María Esther, a la
salida de un cine. Pronto los guaruras se acercaron a ella, la jalonearon e intentaron
arrebatarle la grabadora. No lograron llevarse la grabadora de Paty Chapoy pero
sí consiguieron desanimarla. Se sintió mal. El jaloneo no le gustó.
Para ella fue un momento de agresión. Era muy joven. Supo que ese periodismo
no le interesaba.
Tiempo después trabajó en la revista Diseño, en la que tuvo
la oportunidad de entrevistar a grandes personalidades del mundo de la cultura
en México: Siqueiros, Tamayo, O'Gorman, Sofía Basi, María
Félix, Dolores del Río... eran los personajes que hicieron toda
una época.
Después escribió para revistas como Contenido y participó
en el periódico Novedades. Más tarde colaboró con la revista
Vanidades para la que también realizaba entrevistas con personalidades.
Un día entrevistó a Raúl Velasco. A los pocos días
Velasco le llamó y la invitó a trabajar con él en un programa
de radio y después a ser la coordinadora del Festival OTI. Con Raúl
Velasco, hace ya 25 años, se adentró en el mundo del espectáculo.
José Antonio Fernández:
¿Cómo valoras hoy a Raúl Velasco?
Paty Chapoy: Alrededor de una persona con éxito se crean muchas
historias, la verdad sólo la tienen los protagonistas. El programa de
Siempre en Domingo fue muy importante. Gracias a esa emisión los mexicanos
gozamos de un espectáculo enorme. Cuando inicié mi trabajo en
Televisa parte de mi labor era el saber cómo se movía la lista
de popularidad de la industria de la música. Era una forma de estar informados.
Hace 25 años los extranjeros ocupaban siempre los 10 ó 15 primeros
lugares, no había un sólo mexicano. Eran famosos Julio Iglesias,
Sandro y otras luminarias. Poco a poco a través de Siempre en Domingo
se le fue dando vuelta a la tortilla. Con personalidades como José José,
de gran talento, las cosas empezaron a cambiar. En ese tiempo nadie creía
en los mexicanos.
J.A.F.: ¿Por qué no
se creía en los mexicanos?
P.CH.: Me parece que es parte de nuestra personalidad. Algunos creen
más en lo que hay fuera que en lo nuestro.
J.A.F.: ¿Cómo voltean
la tortilla?
P.CH.: Por terquedad... nada más.
J.A.F.: ¿Sabían que
la estaban volteando?
P.CH.: No. Sabíamos que teníamos que llevar entretenimiento
y que debíamos realizar un programa enorme, en vivo, que empezaba a las
doce del día y terminaba a las doce de la noche. A partir de Siempre
en Domingo nacen todos los géneros de televisión, sin contar los
dramáticos: ahí se daban noticias de deportes, toros y espectáculos,
a veces Raúl hablaba de política, presentábamos magos,
malabaristas, bailarinas del Bolshoi, mariachis, se lanzaban cantantes...La
idea de hacer Siempre en Domingo fue de Emilio Azcárraga Milmo, quien
tuvo la visión de contratar a Raúl Velasco como conductor y productor.
Es importante decir que Raúl Velasco logró a base de trabajo y
de entrega hacer el gran emporio de Siempre en Domingo, un programa que duró
al aire más de 28 años. Hizo mucho por el entretenimiento de este
país.
J.A.F.: ¿Te retiraste algún
tiempo de la televisión?
P.CH.: No, sólo me separé cuando estaba cerca de tener
a mi hijo Rodrigo. Después de eso trabajé para el Canal 9 cuando
lo hicieron comercial. Tenía un programa de espectáculos en el
que hablábamos de la artes, la ópera... A los ocho meses de su
inicio me invitaron a participar en el canal 4 cuando deciden convertirlo en
una estación de programas en vivo, incluídas las telenovelas.
Ahí inventé El Mundo del Espectáculo, que era un noticiario
de los espectáculos. Tuvimos mucho éxito porque en la emisión
todos los artistas tenían voz y voto. Se hablaba, con mucho miedo, más
de la parte profesional que de la privada. Sólo algunos se atrevían.
Duramos 7 años al aire.
De Televisa siempre recibí buen trato.
J.A.F.: ¿Cómo se da
tu cambio a TV Azteca?
P.CH.: Soy vecina desde hace tiempo de Ninfa y Ricardo Salinas. Cuando
me enteré por las noticias de televisión que habían ganado
la subasta de TV Azteca les llamé por teléfono para felicitarlos.
Lo hice como amiga. Ricardo me invitó a platicar con él. Después
se dio la opción para estar aquí y la tomé. Llevaba trabajando
en forma ininterrumpida 20 años. Tuve que suspender unas vaciones de
15 días que por primera vez tomaba con mis hijos. Fui de las seis personas
que entraron con Ricardo Salinas el primer día.
J.A.F.: ¿Y cuando entras cómo
se da tu nueva etapa?
P.CH.: Carmen Armendáriz me dijo que podíamos hacer un
programa de chismes como los que estaban funcionando en radio. Le dije que me
diera la oportunidad de pensar si lo quería y lo podía hacer.
Un programa de chismes en televisión tiene riesgos muy altos. Me dediqué
a observar lo que sucedía alrededor de la televisión. Sé
que es un punto de unión y de comentarios de quienes la ven. Armé
el concepto y le dije a Carmen Armendáriz que me interesaba hacerlo siempre
y cuando habláramos de todas las televisoras... era la forma de tener
éxito. Nunca creí que me autorizaran eso. Yo venía de una
empresa donde había un burocratismo tremendo, en donde no podías
hablar las cosas, se sentían muchos miedos y a nadie le gustaba meterse
en problemas.
Hicimos el piloto del programa (Ventaneando) sin que nadie se enterara. Yo era
parte del equipo de producción, no de conducción. A mí
se me ocurrió invitar a Juan José Origel, a quien había
visto en un par de reuniones y sentí que era alguien que tenía
algo para televisión. También busqué que estuviera Martha
Figueroa, porque me pareció que tenía que romper, a través
de una persona como ella, el mito de que solamente las bonitas, jóvenes
y esbeltas tiene cabida en la pantalla. Necesitaba a dos personas más.
Carmen Armendáriz se decidió por Pedro, que es muy su amigo, y
yo entro en el piloto para explicarles cómo quería el programa,
no para quedarme como conductora. Mi intención fue que ellos vieran que
yo también sentía miedos e inseguridades y que podía burlarme
de mí misma sin mayor problema. Quería que ellos lograran burlarse
de ellos mismos y rompieran todas las formas establecidas en televisión
en este tipo de programas.
Hicimos el piloto con la escenografía prestada del programa de Jaime
Camil.
En la edición vi que todo mundo se reía. Entonces me di cuenta
que algo podría funcionar. Dejé el programa terminado en la Junta
de Programación. No asistí a ninguna de las siguientes 4 reuniones
de esa Junta. No quería exponerme a que se burlaran de mí... soy
suceptible a todo, por supuesto.
La misma noche que dejé el cassette había una cena en la casa
de Ricardo Salinas. Cuando llegamos felicitaron a mi marido (Alvaro Dávila)
por el programa. Vi a Ricardo Salinas y me pregunto cuándo empezábamos.
Le dije que yo no sería la conductora. No aceptó. Me respondió
que le interesaba hacerlo conmigo en la conducción. Me animé y,
antes de aceptar, puse sobre la mesa todos los riegos que correríamos.
J.A.F.: ¿Qué riegos?
P.CH.: Los que estoy viviendo: que Televisa se enfureciera, que demandara,
que tratara de meterme al bote, como lo está intentando. Riesgos de que
el programa creara monstruos tal y como sucedió. No estoy diciendo ninguna
mentira, ahí están. La televisión es profundamente poderosa,
puede ser muy positiva y también muy destructiva. Es implacable con la
persona. Si no tienes los pies bien puestos, un par de amigos que te ubiquen,
una mamá que te dé una nalgada a tiempo, un marido que te diga
que se te está subiendo y un psicoanalista al lado que continuamente
te esté poniendo en tu lugar, te vuelves loquita. Así es de simple
y así es de peligroso. A la hora de que vi lo que íbamos a hacer,
me di cuenta de que existía la posibilidad de que los 4 participantes
se desataran, como me desaté yo en otros momentos. No es que yo tuviera
una bolita mágica. A mis casi 50 años soy una mujer que tiene
camino recorrido, que no quiere decir que me las sepa de todas, todas. Para
mí fue fácil saber lo que ocurriría.
Puse en la mesa los riesgos y tomé la decisión de hacerlo.
J.A.F.: Inauguran ustedes toda una
época de la televisión light. ¿No te parece que es contradictorio
que una televisión light provoque tantos escándalos y atmósferas
tan densas?
P.CH.: No me sorprende, el problema es que al espectáculo siempre
se le toma como algo light. Te hago una pregunta: ¿qué pasaría
si en este momento dejara de haber músca, danza, teatro, cine, televisión
y espectáculos? Te aseguro que en menos de 3 días la humanidad
se vuelve loca. El espectáculo tiene una cualidad extraordinaria: es
la válvula de escape del ser humano. Sin embargo, se le minimiza, se
le hace a un lado y no se le toma mucho en cuenta. Pero tiene un gran valor,
más que ningún otro género de la actividad humana. Puedes
defender ahora mismo a la política, pero la política no es política
sin televisión, sin música... y así todas las demás
actividades.
La televisión es muy necesaria, y la light lo es más. Estamos
viviendo una época muy fuerte y el espectáculo hace que la gente
se ría, se divierta y se relaje. El mejor piropo que puedo yo recibir
es cuando me dicen que gracias a mí se duermen con una sonrisa en la
boca.
J.A.F.: ¿Por qué provocó
tu programa situaciones densas hacia el equipo de trabajo?
P.CH.: Mi trabajo es sencillo y no me ando con rodeos. Estoy aquí
para dar resultados, no hay otra razón. ¿Qué sucede? En
el caso de Ventaneando puedo compartir la fama y muchísimas cosas más,
pero en este programa yo soy el jefe y el poder no se comparte. Tú, como
papá, no eres medio papá, lo eres completito, no a pedacitos.
En la televisión se confunde la popularidad con la jerarquía,
así de simple. ¿Qué pasa cuando alguien ya no quiere estar?
Se va... y yo no he corrido a nadie. Es muy fácil para mucha gente el
usar los pretextos. Hay un refrán que uso mucho y que dice: desde que
existen los pretextos se acabaron los pendejos (SIC). Yo sólo soy mamá
de mis hijos y no soy psicoanalista.
J.A.F.: ¿Te gusta la polémica?
¿La disfrutas?
P.CH.: A veces sí y a veces no. De chiquita era el ojo del huracán
de mi casa. Toda mi vida ha sido así, no sé por qué lo
hago.
Hoy tengo la enorme satisfacción de que Ventaneando logró transformar
muchas cosas, por ejemplo, se cambió la Ley de Derechos de Autor. Hoy
la ley apunta explícitamente que se puede hacer la crítica de
una obra.
J.A.F.: Hay muchos críticos
y comentaristas que hablan y escriben sobre el mundo del espectáculo,
pero tú te metes siempre por caminos diferentes, más por el lado
de la vida de los mismos artistas que por el de sus obras.
P.CH.: El espectáculo siempre ha sido exactamente igual. Liz Taylor
es conocida por su vida privada más que por su trabajo actoral. El espectáculo
se hace, invariablemente, a partir de los escándalos. Si yo ahorita te
digo cualquier nombre de inmediato se nos van a venir a la cabeza los divorcios,
los amantes, que le pegaban, que estaba gorda o flaca. ¿Por qué
es así? No lo sé. Los seres humanos somos morbosos. A algunos
les gustan los programas como Visión Urbana en donde salen las hachas
arriba de las cabezas, a mí no y nunca haría un programa mostrando
eso.
¿Cómo se hace publicidad un actor? José José tiene
un talento desmesuardo, pero lamentablemente las páginas de las revistas
y de los periódicos siempre fueron sobre su alcoholismo. ¿Qué
sucede con Lupita D'Alessio? Exactamente lo mismo. Hoy Cantinflas es comentado
por el pleito del sobrino con el hijo. Dentro de la plataforma que yo tengo
por supuesto que recalco cosas importantes de los actores, pero la gente no
se acuerda de eso.
Hace muchos años fui a Viña del Mar y estaba de moda una cantante
que navegaba con la bandera de que era hombre y que se había puesto senos.
Yo la conocí y ella me confesó que no era hombre, que era mujer,
pero que un día Salvador Dalí, el pintor, le había dicho
que los hombres no se acordarían de ella por haberles dado un beso, pero
sí por una cachetada. La cantante me dijo que por esa razón se
había inventado lo de los senos, que en realidad era mujer.
J.A.F.: ¿Te gusta conocer cómo
las personas se van construyendo y también cómo, de pronto, se
destruyen?
P.CH.: A mí me gusta conocer la condición humana, cómo
somos. Cuando te digo que somos morbosos, me toca mi parte. Cuando te digo que
todos nos volvemos loquitos, me toca algo de eso. Es muy interesante saber qué
motiva a alguien al éxito y qué al fracaso. Qué lleva a
una persona con éxito al fracaso, y qué lleva a otro del fracaso
al éxito.
Cómo resisten la popularidad o no. Hablo mucho de esto y creo que algo
bueno le debe quedar a la gente. Mi programa es optimista.
J.A.F.: ¿Hasta dónde
te puedes meter en la vida privada?
P.CH.: Hasta donde el artista lo propicie.
J.A.F.: ¿Y el chisme?
P.CH.: Es muy diferente. Siempre lo he catalogado como el mercado negro
de la información. El chisme no me gusta, pero dentro del medio del espectáculo
se da con mucha facilidad. Si yo me encuentro comiendo a Maribel Guardia con
Adal Ramones, simplemente digo que me los encontré comiendo y no más.
Pero mañana alguien escribirá sobre eso y le aumentará
algo nuevo, y pasado mañana otro dirá que tiene problemas con
su esposa y así se hace una cadena.
J.A.F.: ¿Destruye vidas la
televisión?
P.CH.: No creo que tenga ese poder. Por supuesto, si a diario insisto
en algo puede ser que lo logre. No conozco a nadie que haya sido destruído
por la televisión, ¿tú si?
J.A.F.: Creo que la televisión
sí llega a afectar la vida de las personas.
P.CH.: Esa es una diferencia muy grande, una cosa es destruir y otra
afectar. Pero los famosos se afectan más por las acciones que ellos mismos
hacen. Te pongo el caso de Gloria Trevi. Ella es parte de una situación
muy desagradable que se publica en un libro. Cuando leo ese libro y tengo el
testimonio de quien lo escribió, que fue Aline, me parece pavoroso que
alguien, valiéndose de su popularidad, busque niñas de 8, 10 y
11 años para llevárselas a su representante, que es Segio Andrade.
Muestro eso en la tele y varias víctimas se acercan con nosotros y nos
piden tener voz. Les damos el micrófono y se desata la radio, la televisión
y la prensa. ¿Quién provocó todo? Volvemos a los pretextos:
es más fácil decir la señora Chapoy tiene una campaña
en contra mía.
J.A.F.: En México vivimos tiempos
de destape de la información. ¿En qué momento del camino
percibes que estamos?
P.CH.: Diría que en el inicio. No creo que estemos destapados
al máximo y considero que hay cosas que no debemos decir.
J.A.F.: ¿Qué no debes
decir?
P.CH.: Hay cosas que no te voy a decir, ni creas.
J.A.F.: ¿Cómo valoras
lo que sí puedes decir?
P.CH.: La intuición me lleva a valorar mi ética, pero más
me lleva a saber si estoy haciendo un daño o un bien a la comunidad.
Creo que algunos mexicanos todavía no tenemos la madurez para recibir
mucha información.
J.A.F.: Pero hoy en día quién
puede valorar qué información dar y cuál no.
P.CH.: Cada quien lo debe de evaluar. Creo que te lo da la edad y el
tiempo.
J.A.F.: Eres parte del destape de la información,
¿crees que debes frenar ese destape?
P.CH.: Claro que no, pero hay cosas de las que
no hablo. Me han confiado asuntos que no tengo por qué comentar. Cuando
se dé una situación fuerte de alerta o aviso para alguien que
pudiera resultar dañado, sí lo voy a decir
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